sábado, 5 de junio de 2010

LA DESILUSIÓN METAFÍSICA (E. DORCESCU)

El tema (más precisamente – el arqui-tema) de la poesía (y, tambien, de la prosa) de Lucía Fraga Rodríguez es la negación. La negación no como concepto, por supuesto, sino como actitud existencial, como programa estetica y como estilo. Por lo tanto, este tema no es un estado de ánimo, sino una energía.
El campo (la sustancia) sobre el cual actúa esta energía, esta fuerza, es el ser (el ser humano), su situación ontologica, en general, mas, sobre todo, su situación en la contemporaneidad. El ser se muestra un no-ser (“Yo caía en un vacío constante que me dejaba prácticamente inconsciente. Mi figura, el tallo de una flor a punto de romperse. Mi ser un no-ser en expansión... “ ) y, en consecuencia, su vida ya no es un sueño (Calderón), sino una pesadilla. Y su leguaje – un delirio, Cuadros tenebrosos, el cultivo doloroso y vano del cuerpo (“Yo, ser humano sin alma. Todo carne y frialdad”), el dominio del vacío, del disgusto (“Mi cuerpo es un trapo sucio”), de la desesperación. Un mundo en donde ya uno no puede más vivir. Porque la gracia divina ha sido retraída (“como si nunca se pudiese borrar de nuestra frente el Pecado Original”), el Centro ha sido perdido, se ha instalado el caos y el hombre yerra, sin dirección y sin esperanza:
La guerra empezó con mi corazón arrancado
que alguien lanzó contra un cristal.
Yo recogí mi esponja de latidos,
aún caliente,
y me arrodillé para teñir de sangre
Las ventanas y las puertas.
Los niños sin cabeza todavía lloraban
al ver a sus madres muertas
con los ojos vacíos y los pechos cortados.
Sus aullidos descabezados pedían madre y leche,
pero sus bocas eran zanjas de alambre y muerte.
La calle era un campo de floreciente mantillo rojo,
donde los pequeños jugaban a cambiar de alma.
Entre latido y latido,
mi esponja crecía y se llenaba de leche
como una ubre de perra para amamantar a sus cachorros.
Fui dando un beso lácteo a cada boca desconsolada,
manchándome las piernas de sangre corrompida,
mientras mi corazón pesaba y bombeaba lentamente.
Madre de los muertos soy,
¿cuántos pecados cometió mi alma
sin yo saberlo?
(La madre de los muertos)

Pero todo este contenido, toda esta desilusión metafísica y toda la estructura del discurso son bien y friamente controlados por la razón, conforme a la “ars poetica” moderna.
La prosa parece un meta-texto, un género de comentario implícito, que descodifica, discursivamente, con una brutalidad léxica programada, deseada, el significado profundo de la poesía.


Eugen DORCESCU
Timişoara, 5 iunie 2010

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