LA ÚLTIMA CONDENA
Necesito darme reposo,
Acallar los alaridos
Que salen de las bocas incendiadas
De mi cerebro.
No quiero ver más niños muertos.
No más cuerpos languideciendo entre mis brazos.
Ni un solo suspiro más
para decir adiós
Y dejar la puerta entornada.
Jamás seré una buena madre.
Por mucho que busque al hijo
que se me ha perdido.
Desconozco el pecado.
Estará descalzo y solo,
Caminando por la orilla trágica
de algún río.
Arráncame de una vez esta piel de virgen mutilada.
Haz crecer latidos en la carne abierta.
Absuélveme de este cuerpo inútil
Que no engendra más que muerte.
Desnuda,
Comiendo la sal del mar a puñados,
Con la ceguera de la carcajada histérica,
Mastico tierra, barro y cadáver que tanto amé
Para devolver al niño a su primera cuna.
Desafío a Dios y a todos los Infiernos,
Alzo mi mano ensangrentada contra todos
Con la promesa firme de daros muerte,
Aunque ésta sea mi última condena.
NIÑAS ROTAS
Yo he visto miserias que tú ni siquiera adivinarías,
La tragedia de las niñas rotas
Que juegan en silencio
A ser pequeñas madres.
Niñas que cierran los brazos
Para que nadie vea sus heridas
Ni descubra que la muñeca tiene un cuerpo debajo del trapo.
Son las múltiples madres silenciosas
Que rondan mi cama cada noche
Para que sus gritos no me dejen dormir.
LA CEGUERA DE TU MANO
De vez en cuando, hago que estoy ciega.
Mis dedos se convierten
en buscadores de relieves familiares
y escucho la voz de mi padre
que me llama por mi nombre,
sin confundirme con mis hermanas.
Y Mi cuerpo es un trozo de barro
Que modela tu boca.
Pero la oscuridad de mi noche oculta un abrazo perverso que me tapa los ojos
Y también me deja sorda y sin voz
Para que no te oiga,
para que no me oigas.
Y el cuerpo se deshace, se va perdiendo
Y la ceguera es la costumbre de tu mano
Para no vernos más.
APOSTAR UN LATIDO
Si tuviera que apostar un latido,
Sería porque el tiempo se vuelve alimento de polillas.
Pero adoro el encanto suicida
De las jugadas con pérdida segura.
Cortar la baraja con mi mano de cuervo
Es esconder el secreto de mármoles aún vacíos.
Así me distraigo con tu ojo,
Clavo roto que quiere atravesarme,
Monóculo herido por una garra invisible.
Y nada sabes:
Destino del cuerpo,
Huesos que entrechocan,
Canciones lujuriosas de la aurora negra.
Me gusta la inocencia del que apuesta la vida
-sin saber que ya ha perdido todo de antemano-
y pide como un niño un préstamo a los amigos.
Para qué apostar la entraña,
Si puedo hacer la carne hermosa
llamándola “latido”
SUICIDIOS MATINALES
Hay mañanas en las que levantarse de la cama es un suicidio.
Yo he tenido un patio de armas dentro del cuarto de baño.
Abandoné muy pronto los peines y cambié los cepillos
por cuchillas que me acariciaban el estómago.
Nadie sabe que yo he amado mi cadáver con devoción.
Aquellas tardes de castigo me vuelven a la cabeza
con un fuerte olor a pintura.
El cuerpo anunciaba las carencias de la carne
y teñía mis ojeras con misticismo teresiano.
El bolígrafo describía la órbita espacial sobre un campo de venas azules.
Nunca el desprecio fue mejor aliado del arte de amar.
Cuando el silencio es luz blanca,
la boca que besa es la boca que devora.
El tiempo deja de ser contención de latidos y minutos,
Porque da paso a la era de la muerte analgésica.
Dios tiene la extraña cualidad de hacerse desear,
alguna que otra noche que el cielo rompe en llamas.
DESNUDA FRENTE AL ESPEJO
Contemplo entre sombras
a la mujer de los ojos inyectados en sangre.
Su cuerpo emerge de las ruinas
de un paraíso Que huele a hospital.
Me sonríe obscena,
Sujetándose las caderas.
Me muestra el blanco histérico de su sonrisa
Y me reclama con las manos,
Porque me quiere tocar.
Intenta perforar mi vientre,
escarba con las uñas,
mientras me parte una sacudida
que es náusea del alma.
He visto vacas descuartizadas en el mercado
Y mujeres desnudas en el cine,
Lo que mi cerebro no se atreve a mirar
Es el cuerpo dolorido de una niña que todavía grita.
CARNE DE MI CARNE
La luz es tan blanca que me deja sin ojos.
Me adormezco
Entre la lujuria aséptica de las batas
Y el olor a alcohol
Que emborracha mi pituitaria.
Pero la boca me sabe a sangre
Y todo mi cadáver
es el miembro fantasma
de un mutilado.
Lloro a gritos,
sin lágrimas,
sin voces.
Con la cara deformada entre las manos.
Huyendo de espejos que me retratan.
Pero esa criatura
que tus ojos repudian
es la carne de mi carne.
Esa carne soy yo.
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ResponderEliminarTres veces he tenido que modificar el contenido de mi comment es la primera vez que me pasa, algún motivo tiene que haber.
ResponderEliminarTus poesías este día son amargas, son reales, y te dejan una resabia más bien agria.
Pero es muy buena, yo diría que excelente.
Tu imaginación es desbordante, las ideas se van plasmando en su sitio justo.
Un abrazo.
Atención:no he eliminado ningún comentario.
ResponderEliminarViento sobre mi rostro, cabello sobre el cae…
ResponderEliminarCuanto llanto de aquellas madres que sus hijos han perdido por la suerte de otros,
Desolación, caos
Hambruna se siembra en medio de la bulimia y la anorexia
Despabile pareciese no haber, si egoísmo
Personas sin rostro que ojos para verlas tuertos somos
Miro al cielo y respuesta no hay, lluvia se aproxima
Doblan las campanas y recuerdo una cita de John Donne:
“Nadie es una isla, completo en si mismo; cada hombre es un pedazo de continente,
Una parte de la tierra.
La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad.
Por eso, nunca hagas preguntar por quien doblan las campanas: doblan por ti”.
Lo entendí, lo sentí y lo sigo haciendo…
desgarrador y muy bello.... igual que el cuadro de Goya.
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