Tengo que decirte,
Aunque sé que ya nunca me escuchas,
Que, a veces, mezclo pastillas con alcohol.
Es la única manera de sobreponerme
A verte calcetar con los dedos
Y llamarme “mamá”, cuando te doy de comer.
Cuando bebo, te recuerdo, madre,
Cómo me reñías por desaliñada
Y ahora eres tú, la que casi anda desnuda.
Voy detrás de ti, con la ropa, tu bata.
Y me preguntas: “Mamá, ¿cuándo llegamos a casa?”.
Me desmorono y me meto un viaje de Rexer Flash con ginebra.
“Ya hemos llegado, mi vida”.
Lástima que no te ponga de mala hostia
Mi olor a lágrimas y alcohol.
Ahora tengo una hija mayor que yo.
Y eso que pedía a Dios
Ser madre para que tú lo vieras.
Pero tú ya sólo ves
Imágenes de plata oxidada y algodón.
Mis niños serían destrozos de tu cerebro malherido
Con quien seguir calcetando chaquetitas
Con los dedos.
joder, qué duro...
ResponderEliminarEres dulce, tierna y pareces tener a fuego marcadas algunas heridas.
ResponderEliminarTu poema es doloroso, pero lleno de significado y mensaje entre lineas y sobre ellas.
La vida es un camino largo lleno de altibajos cual montaña rusa, a veces hasta marea, pero hay partes y momentos en los que se suele poder disfrutar de ella.
besos