lunes, 11 de febrero de 2008

CALLE FRÍA

Hace frío en la calle.Ya han encendido las últimas farolas en este barrio miserable. Yo camino con paso largo y lento, con desgana, como sin tener ganas de volver a casa, porque nadie me espera en ella. Los árboles susurrantes dejan su canción al pasar del viento norte, mientras vuela una que otra bolsa de plástico vacía. Hace frío en la calle. Tengo la cara helada y las manos ateridas dentro de los bolsillos; la bufanda hasta los pies no me deja distinguir la hojarasca de mis botas. No tengo prisa por volver a casa, porque nadie me espera. He fracasado en la vida como en la muerte, por eso veo en la noche con ojos de gato nocturno los faros de los coches y las bocinas no paran de sonar. Soy felina, porque soy la no-mujer, la hacedora de todo y la fracasada en todo, por eso huelo al aire los humores de la gente antes de preguntarles qué tal están.
En casa, me deshilvano como una retahila de ropa amantada. Pongo agua a hervir, mientras me saco las botas y enciendo la radio para sentirme menos sola. El te es un buen descongestivo para el alma enferma; enferma de amor, de desamor, de tristeza. Me han dicho hace poco que soy triste y me he reído -discúlpenme, los felinos somos sibilinos-, quizámi tristeza no tenga nada que ver con este mundo. Yo soy una simple clochard de las letras, con poco ánimo y hambre en el corazón.

sábado, 9 de febrero de 2008

PEQUEÑOS PLACERES

Cada mañana de sábado me resisto a levantarme de la cama. Estoy a gusto entre mis sábanas y mi calorcito de patucos. Me siento como una niña pequeña en su mundo de color rosa. Me dejo ronronear cinco minutos más en la cama que no tienen precio. Entonces me levanto con parsimonia. Miro por la ventana. Me saluda la mañana. Y salgo casi de mi sueño con un café largo que me espabila. Lo tomo con calma y ceremonia. Luego me planto delante del espejo y trato de reconciliarme con la chica del espejo. Es simpático, su aspecto, con el pelo corto como un chicuelo. Me guiña un ojo y voy llenando de sales el baño. Qué placer, un baño caliente con sales, la cabeza apoyada en una toalla y el cuerpo en relajación. Y soñando, soñando despierta. El cuerpo entra en reacción y se relaja. Pasan unos minutos de vaho. Cojo la pastilla de jabón y me la paso con presteza por el cuerpo hasta hacer una espuma abundante. Me encanta el olor a jabón de jazmín. Me seco y estoy lista. Ya me he vestido y bajo por el periódico. Entro en una cafetería y pido un nuevo café, mientras hojeo el diario. Ya viene mi humeante infusión. Las manos me huelen a jazmín y el cuello a perfume. Algo doloroso empaña mi mañana en el periódico.

lunes, 4 de febrero de 2008

PRISIÓN DE CARNE HUMANA

PRISIÓN DE CARNE HUMANA

Me arrancarías una pierna

con tal de convertirme en tu eterna Tristana.

La calle es fría y oscura

Por eso me subo el cuello del abrigo.

En los escaparates no hay más

que maniquíes seccionados

con amplio abanico de medias negras.

Ya han apagado la luz

Del luminoso “Hotel Paraíso”.

Darte las buenas noches,

Hubiera sido como poner un freno inútil,

Por eso, un abrazo tuyo

Es como de ángel con alas de cemento.

domingo, 3 de febrero de 2008

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA

Cuando me invade la melancolía, cuando siento ese terrible cansancio de la vida, me pongo un buen café -cómo no-, enciendo un cigarrillo y escucho a la Piaff con su voz desgarradora. Es en esos momentos, cuando me pregunto por qué me hizo así Natura; tan frágil, tan vulnerable, pero tan dura, al mismo tiempo. Sé que mi dureza viene hecha del sufrimiento continuado, de las horas que parecen no pasar en un triste estudio alemán allá en mis años por Kiel. Apenas ganaba, y lo que tenía lo gastaba en café y tabaco. Recuerdo los largos paseos hasta la Hauptbanhof, la estación de tren, donde estaba el núcleo de mi mundo; un triste Disney para suicidas. Allí podía conseguir comida turca, japonesa o alemana, pero la mayor parte de las veces optaba por un Donner Teller. Yo vivía al otro lado del Fiordo, la ciudad sin ley, el barrio turco, en un pequeño estudio con un recibidor, un cuarto de baño y una habitación. Muchas noches de invierno las he pasado esperando milagros desde mi balcón, mientras la pequeña gata Lisetta se colaba en mi casa para escapar del frío.Me salvaba la música y el cine. Después de trabajar e ir a clase de alemán llegaba a casa cargada con las cosas de la compra: fruta, latas y salmón ahumado. Después me preparaba la cena y veía Los cañones de Navarone, Charada, Espartaco, El hotel de los líos...y en traje de eva, tras la ducha, me metía en la cama. Recuerdo aquellos vacíos nocturnos, soñando con volver, pero no a casa de mis padres. Veía la sombras de los árboles frente a mi ventanal hacer fantasmagóricas escenas y yo apretaba contra mi cuerpo minúsculo el nórdico. Recuerdo también los tangos de Gardel, las canciones de Marlene Dietrich y el órgano imponente de Bach en mis noches de insomnio. Ahora parece lejano, pero todavía,hay alguna que otra mañana que no sé si tengo que levantarme por la derecha o por la izquierda.

sábado, 2 de febrero de 2008

HELARTE DE MENTIRAS

HELARTE DE MENTIRAS

El talle se dobla como un junco

y la pretendida delicadeza de cristal

da paso a ese cuerpo

a punto de quebrarse en tus brazos.

Cuando no eres más que un bulto

larvado en la cama,

la tortura vuelve cada noche,

convertida en gato negro

que se enrosca a mi cuello.

Miro de frente.

Mis propios ojos me sorprenden

escrutándome desde el techo.

Pelo negro y una carne tan blanca

que soy casi cadáver.

Tú sueñas con enfermas de tisis

y babas la almohada.

Yo sostengo una dura batalla

contra varias generaciones.

Sobre el blanco de mi cuerpo,

descansa la herida seca.

Mi olor a mentiras es tan ácido

que me hace llorar.

Un vaso.

Tan sólo un vaso.

Sáciate y busca el arma.

Duerme, mi infeliz decapitado.

TU PRIMERA LUCÍA

Tu primera Lucía será como yo era: delgada, locuaz, inteligente y valiente. Apenas quedan restos del viaje. Ahora soy una mínima parte de lo que fui. Pero para tí seré la primera. No hay nada como un cigarrillo y una buena taza de café mientras tú y yo nos miramos. Eres mi segundo Fernando preparándome café, mientras me hablas con tu voz dulcemente. Pongamos a la Piaff y todo será perfecto. Pon tu mano en mi cabello recién cortado y revuélvelo como un molinillo. Te hablaré de mis secretos más guardados y te contaré cómo el tiempo me hizo ruina de mí misma. Te contaré cómo paso las noches en silencio esperando un milagro. Te diré que el tiempo se me ha vuelto alimento de polillas y que ya no sé qué hacer con mi cabeza desvencijada. Te pediré que me hables de tu hipótesis, de tus encantos de mago del paraíso y al caer la noche, desaparecerás como un sueño diurno más.

miércoles, 30 de enero de 2008

UNA TAZA DE CAFÉ

Creo que hay pocos placeres en el mundo como una buena taza de café. Su aroma, su color, su textura... Meter la mano en un saco repleto de granos... Cuando tomo café siempre pienso en mi amigo Pessoa, liando su pitillo, mientras mira cómo escribo. Es frecuente que garabatee alguna servilleta, cuando me siento a tomar café. Me gusta largo y con leche; con la trompeta de Miles Davis en mi oído si puede ser y la mirada en el cogote de Fernando. Pessoa y yo nunca cruzamos nuestras miradas. Sería como la muerte de la escritura, la ruptura del pacto de ficcionalidad. Me fijo en su bigote y en el humo de nuestros cigarrillos y me pregunto qué dios malvado nos hizo débiles de cuerpo y febriles de mente. No hay nada más absurdo que revolver el azúcar de una taza de café, pero yo lo hago de manera pausada y lenta, esperando un milagro que no llega, como quien espera a un amigo que llega tarde. Pessoa es puntual y discreto. A veces, siento su cansancio de la vida como si fuera mío y nos sumimos en un tedio de terrible melancolía. Todas las personas que pasan nos parecen ordenancistas y vulgares y sus conversaciones un parloteo de papagayo. Por eso nosotros permanecemos en silencio midiendo nuestras manos. Él las tiene largas y ágiles y el dedo corazón con un pequeño cayo manchado de tinta azul. Yo bebo mi café despacio, como si fuera un tiempo que se me escapa, mientras Pessoa deja los anteojos sobre la mesa para frotarse los ojos. Cuando el café se termina, siento una "náusea física" que es náusea del alma, porque él ya no está y me pregunto cuántos Fernandos he conocido en mi vida.