martes, 8 de julio de 2008

EL GOCE DEL DOLOR

PARA COMPRENDER, ME DESTRUÍ (Fernando Pessoa).

He llegado al fondo del dolor; a esa habitación oscura donde tiritan los enfermos con uniforme blanco. Busco por las paredes, con el tacto estúpido del muñón, una grieta de la que salga un poco de luz.

Ya no sé vivir conmigo, sino fuera de mí, vertida como agua sucia sobre las flores de una tumba. La flor, esa felicidad cortada para adornar lo que por el contrario dura siempre.

1. UNA VIRGEN DE BUÑUEL.

He cogido el autobús temprano, dispuesta a ir a cualquier sitio lejos de mí. Subida al bus, me idiotizo y me convierto en una fotografía mal recortada de aquellas a las que se les hacía a los muertos en el siglo pasado. Me quedo hueca, contemplando sobre la ventana el reflejo de mis propias manos angulosas que me recuerdan a las de Nosferatu. Me deslizo por las falanges pálidas como una hormiga sobre una montaña de carne humana. Con las manos entrelazadas tengo aspecto de madre, de mística esquizofrénica, de virgen hecha de pan de oro y hasta debo reprimir el instinto de beatitud para no juntarlas haciendo un racimo de pecados.

Me dejo abatir por la circulación y las bocinas. Los conductores escupen por las ventanillas, los revisores siempre quieren echar a alguien a la calle. Nadie se da cuenta de que en el asiento de la derecha está la virgen de los podridos. Soy una iluminada de tubos de neón, fabricada en tiempos de ceguera. Pero, de pronto, alguien parece arrodillarse para pedir clemencia de mi mano incorrupta y, sin embargo, el milagro se desvanece, en el momento en que el desprotegido se ata los zapatos. Aunque casi sin querer, cuando pasa a mi lado, le susurro un lánguido “Ego te absolvo”, porque sólo el mayor pecador tiene derecho a perdonar, porque únicamente el asesino es el verdadero sacerdote del delito.

Qué dios es ése que puede limpiar de una culpa que desconoce. Sólo la depravación es sabedora de su alcance. Sólo ella puede borrar las manchas del espíritu, porque sólo ella es capaz de autorrectificarse, de inmolarse en nombre del Pecado.

Y mientras sigue entrando gente, ya que nunca salen -aunque así lo crean-, sigo degustando mi potencia cadavérica y apuntando condenas en la memoria. Me pegan codazos, empujan con las bolsas –reconozco que las viejas gordas son mi perdición, porque cargan con el féretro de mañana y no con las patatas de hoy-. Y un niño me sonríe desde una silla con una cesta y un oso blanco. Casi puedo escuchar el tintineo de unas campanillas que me devuelven a una época inmaculada y feliz, pero me horrorizo al comprobar que él también es muerte futurible y siento cómo su cuerpo pequeño se me deshace entre los brazos, putrefacto, tratando de unir a dentelladas la cabecita y los brazos, pero nunca hay misericordia. No hay contemplaciones ni siquiera para los que aún no se han embarrado.

2. LA REEDUCACIÓN DE LAS SENSACIONES.

No he tenido madre, aunque supongo que ella sí tuvo un padre para mí. Desconozco el amor como desconozco el odio, pero me consuelo con la indiferencia y el mecanismo repetitivo de los días. No tengo sentimientos, sólo sensaciones y reconozco que el asco preside todas mis reacciones humanas. Una sensación jamás se puede conjurar o guardar como una flor marchita entre las páginas de un libro, porque “yo” ya no soy la misma cuando regreso al estado de la percepción. Los recuerdos de las sensaciones son más falaces que los de los sentimientos, porque lo sensible es etéreo, carece de arquetipos. En cambio, hasta para el amor hay emblemas o recetas mágicas. Se engañan; un sentimiento es un consuelo; una mera intelectuación de lo efímero para no sentir que morimos cada día, con cada sentido. La caricia de hoy, tal vez, sea la bofetada del mañana o el beso o el mordisco sangriento al que alguien quiso poner el vago título de pasión. Los sentidos nos reconcilian con nuestra animalidad, los sentimientos nos educan y nos convierten “milagrosamente” en esas bestias llamadas racionales.

Dios se avergonzó de su criatura e hizo de su mundo un reformatorio para instintos.

3. LA NADA ME DELIMITA, ME COMTIENE.

No soy Fernando ni Soares, pero algo me dice que un cordón umbilical invisible nos une, porque a través de él me llega esa náusea universal e íntima que se inicia en una taza de café cualquier mañana. Figura sobre fondo, aunque nada tenga sabor, porque cómo se puede reconocer una imagen que no tiene límites, ni contornos, ni perfiles. La nada se contiene en mí como yo me contengo en ella. Sin olor, sin sabor, sin tacto...sin nada.

Presiento sus pasos de alma en pena a mis espaldas cuando salgo a pasear por las afueras del infierno. Me doy la vuelta, pero no hay nadie. Recorro los cementerios buscando una tumba familiar con su nombre y solamente salgo con la derrota de un niño que ha llegado tarde a su cumpleaños. Me invaden nuestras soledades compartidas, quimeras de un petulante que olvidó – o quiso olvidar-las reglas de la ficción. Mi asco y el tuyo se unen y me doblan como una patada en el estómago que me deja sin respiración. Nadie pregunta por el cuerpo que se queda tirado en la calle, porque no lo ven, porque, ciertamente, no hay nada.

4. NO HEREDERÁS LA TIERRA.

He sido muchos. Tantos, que a veces mezclo manos de verdugo en cuerpos de ajusticiados. Del príncipe guardo el aristocratismo de ser el mejor en nada por nada, como de la lombriz –existe el hombre-lombriz, no lo dudéis- el deseo de arrastrarme por la tierra para ser devorado por un pájaro de redondos y carnívoros ojos negros. Pero, ante todo, he sido –soy- un hombre muerto que no ha dejado de soñarse más allá de las puertas de los inertes. Mi “yo” y mi “otro”, hermano desaparecido, llevamos vidas temporalmente paralelas y nos reunimos en el ocaso del espacio sintético y común de vivos y muertos; pedazos de ruina mórbida, por la que tantos vivos transitan sin saberlo en comunión con cadáveres que esperan un taxi que cogieron hace veinte años en esta misma esquina.

El frío familiar de la muerte se me ha vuelto un nuevo sentido más allá del tacto y más próximo al olfato. Ese olor sabe a oxigeno dos veces inspirado, robado, compartido, aunque más bien, devuelto -incluso,me atrevería a decir- vomitado.

A veces caminamos por calles paralelas, sin saber cuál de los dos es la sombra del vivo. En este espacio el sol ya no sirve para crear contrastes sin luz, sino que todo se vuelve una analgésica atmósfera de reiteración. “Esto ya lo he vivido”. Cuántas veces y cuántas mentiras: “esto ya lo han vivido por mí, pero antes que yo”. Ovillo de existencias que carece de extremos.

5. LA CAMA DOLORIDA.

Me acuesto con Satán, porque por las Noches, Dios es demasiado frío. El cielo está hecho de licuadas flores de agua, de pis de ángeles buenos, de estalactitas virginales que ni siquiera parecen de hielo cuando se tocan. Todo está prohibido en el Cielo de los Cristianos, por eso necesito arder por las noches y saber que sigo viva.

6. EL GOCE DE LA AUTODESTRUCCIÓN.

No acabo de entender, porque no se asume que el dolor es la base de todo placer. De nuevo, contornos; figura sobre sombra.¿De qué sirve una felicidad permanente, si desconozco la infelicidad? ¿Cómo valorar el placer en una constante orgía del ego indoloro? Sin dolor, sin autodestrucción, no existe una identificación del yo. Nos desconocemos, porque somos como guiñoles en un teatrillo que actúan según el argumento o, quizá, bebés que se murieron sin bautizar y están en el limbo. Hay que saber del infierno, para comprender el cielo. Yo soy yo, porque siento el cuchillo clavado en mis muñecas y veo la sangre que es mía, como el sufrimiento que es también mío. La risa es una droga perniciosa que lleva a la locura o al anonimato de la felicidad inútilmente compartida, puesto que jamás mi sonrisa estará en tu cara, aunque no lo sepamos o no lo queramos saber, ebrios de esa quimera que desaparece cuando uno está ya a solas. ¿Qué soy yo, si necesito de ti para saber que existo? Dadme el autoconocimiento del dolor, antes que perder mi identidad en una risa de bacanales sin rostro.

7. MI JUEGO FAVORITO: EXISTENCIALISMO CRISTIANO.

Mi juego favorito empieza en un hueco que nadie conoce entre la tapia del cementerio y el zócalo por el que corre el agua de la lluvia. De niña, me habían dicho que el agua era negra, porque arrastraba las cenizas de los muertos. También me dijeron que moriría ahorcada, porque se me notan demasiado las venas del cuello.

Allí hay un nido de arañas, con su araña madre y su arañazo padre. A mi me gusta arrodillarme, aunque penetre hasta el alma el olor a podrido, y acercar a mis víctimas una salvación tramposa con forma de varita verde. Primero suben las hijitas confiadas que hasta se permiten pasear por mi mano. Cuando yacen ya en el fondo de mi palma hecha arrullo de asesinos, las atravieso con la ramita hasta que el extremo roza mi piel. Qué angustia más estúpida la de las arañas empaladas. Abren y cierran las ocho patas como señal de lucha, pero con una tripa fuera y un grito tan pequeño que ni la lluvia tendría oídos para escuchar . Y todas como idiotas se acercan a la mano. Algunas tardan en morir, cuanto más gordas, más resistentes. A esas me gusta arrancarles las patas y hasta convertirlas en pelonas cabezas de alfiler.

Algo tengo de araña o de Dios, porque el goce se inicia en la autodestrucción y culmina con la risa de los hijos imbéciles que vemos morir después de tenderles la mano.

8. EL MUNDO ESTÁ LLENO DE MISERABLES.

La diferencia entre el mediocre y el cretino está en la ignorancia, por eso puedo amar a las mediocres y desoir a los cretinos. Hemos concebido el daño causado por terceros como un merecido castigo a una falta desconocida y originaria, como si nunca se pudiese borrar de nuestra frente el Pecado Original. Nadie matará a los cainitas, porque de la misma manera que para el placer existe el dolor, el mal es preciso para el bien. Sin embargo, es necesario acabar con el sacrificio humano que nos practican los idólatras con el árbol satánico dibujado en la frente. Si yo no he muerto, es porque he hecho de sus voces barniz para Santas Estatuas de bronce.

Ímbéciles del mundo, sabed que sobre vuestro desprecio duermo cada noche, plácidamente, porque he hecho de vuestra palabra impura las cuatro patas de mi cama. Solamente, necesitáis saber una cosa: si la cama se rompe, yo daré en el suelo. Pero todos vosotros moriréis aplastados.

domingo, 22 de junio de 2008

LA PITILLERA DE LOS DESCABEZADOS

“El hombre es hijo de sus obras”-Don Quijote.

Una noche más, que la habitación azul ha quedado del lado de los muertos en vida, camino a tientas con tal de no despertar al Cancerbero. Se abre de nuevo la cama del insomne, el libro de las palabras repetidas y la puta ventana del tendedero helador. He vuelto a fumar y ahora ya no veo nada reflejado en el suelo. En este jardín de cemento, que siempre parece tener la cara sucia a base de cubos de agua estancada, lo único queda son los grietas de este pantano en el que cualquier día no nos despertaremos: el Guadalquivir de cualquier poeta andaluz, el Duero de Fernando Pessoa y en esa otra grieta mi gracioso cuerpo de suicida adicta al filo de lo plausible y siempre evitado por “personas ajenas a esta obra”. Tiro el pitillo por la ventana y la cabeza ardiente divina y alada se convierte en una guía de tumbos y tropiezos entre adoquines y otros decapitados que han dejado de sangrar: “¡Nobleza e Hidalguía!, ¡Nobleza e Hidalguía! ¡Hay que sacarle brillo al escudo de armas oxidado!”. De un golpe cierro la ventana del doctor Guillotin y, de pronto, siento un brote de calor a la altura del pecho. ¡Mierda! La sangre viene en forma de F. Hubiera sido feliz si me cortasen un pecho como hacían las Amazonas o los dos, para sacarme de encima esta monstruosa marca de femineidad-reclamo de Un ballo in maschera; nunca tengo pañuelos cuando hacen falta, pero resulta que ahora salen más “efes”: La Pitillera de Plata. Está casi incandescente: ¿Cuántas Generaciones? No, no seré como ellos. No puedo ser como ellos. Yo soy vulgar. Cuando me case en la Gran Colegiata de Santa María de la Ciudad Vieja, el Padre Rafael hará un Panegírico de la Estirpe y dirá: Lucía, tataranieta de F., bisnieta de F., nieta de F., hija de tu padre F. Que hoy te trae al altar ¿quieres a Nanette por legítimo esposo? ¿Juras limpiarle el culo, sacarle las cacas del cajón y cambiarle la arena todos los días de tu vida? Sí, acepto a Don Gato, el Sha de Persia.

El día de la borrachera llevaba esta misma pitillera. Estuve media hora en el estudio de Alemania mirándola y acariciándola, tocando las iniciales hasta que me eché a llorar. “Márchese Perdida”- (Gone with the Wind). Yo también era otra mujer de pelo teñido, pero sin dinero y sola. El camastro estaba en el suelo. Tenía un colchón sin jergón, un póster de John Lennon, paquetes de Gauloises colgados y fotos de Man Ray. Las cajas hacían de cabecero y librería y el tablero de mesa de ordenador, comedor, secreter y mesa de operaciones. Puse en el Portátil “Lucy in the Sky with Diamonds”, recordé toda mi infancia, mientras bailaba desesperada y me bebía una botella de un tinto alemán asqueroso. Me reía de mi patetismo y de mi fracaso, mientras me insultaba en el espejo y era Jean Moureau la que me decía que yo era una desgraciada que los estaba matando a todos. La reconocí. Llevaba el camisón de Los Amantes de Louis Malle. Había que terminar la fiesta con Porgy & Bess : empecé a desmontar una maquinilla de afeitar, porque las alemanas no saben que es depilarse y cuchilla a cuchilla y toalla a toalla dio comienzo el rito de “la detención de minutos y latidos: la era de la muerte analgésica”. Entre querer y no querer o tener y no tener cojones, opté por el consejo de la visión en B/N (V.O.S.) y dejar de sufrirme con una almohada llena de gritos: “Your father is rich and your mother good-looking...” Iesus-Christi et vita eternae. La pitillera de plata. Siglos contemplan nuestras miserias. Si algunas vez fue preciso Fahrenheit 451 es para quemar un libro que nos cuenta lo innobles que somos y que la herida ya la trae la garza en el pecho partido. Prefiero partirme el pecho por REAL-(IDEAS)-IDADES y que las EFES no se recuerden por sus títulos, sino por sus obras. Ahora ya basta, quiero dormir y disolverme en la inconsciencia del sueño; mañana será otro día: “Sí, realmente, mañana será OTRO DÍA”- Escarlata O’hara.

Lucía Fraga.

domingo, 8 de junio de 2008

BODAS DE ORO EN RICK´S

Dijimos "sin preguntas",
aunque ahora hasta daría un euro-dólar
por tus pensamientos en negro.

Tal vez, te tenga que sacar
la moneda de debajo de la lengua
para saber qué piensa un muerto
y, así, dejarte en esta orilla,
condenándote conmigo
sin blanca para pagarle al barquero.

Aquel día los alemanes iban de gris,
y tú llevabas esta misma gabardina
con la que limpio las gotas de whisky
en la misma mesa
donde nos dijimos "bis morgen, Liebe".

Víctor e Ilsa pasaron a la Historia.
A la Historia de los libros, los diarios,
los homenajes y los sellos.
Tú y yo quedamos sellados
como cada uno de los latigazos
que dejó la guerra de Dachau
en mi espalda.

"Yo corrí sobre el camino del campo,
hecho con las lápidas de los Horowitz,
como por el teclado de un viejo pianista,
de octava en octava mal percutida.

El ángel de la muerte me había desnudado.
Marcó con una estilográfica Sheaffer Wasp
los puntos de intervención:
la falsa judía era demasiado resistente,
demasiado lívida y demasiado rubia:

Había que incocularle la semilla de un ario

La misa del Gallo. Mi infancia en Leibnizstrasse.
La espalda en arco. Los ojos hacia el fillamento de una bomilla.
El gramófono de la casa de mis padres: Preludio a la siesta de un fauno.
Uno. Cuchillada abdominal de carne humana.
Primeros pasos de la mano de mi hermano en Schloss Sanssouci bei Postdam.
Dos. Giro de cabeza: lleva una pistola.
El desván de la casa de mi abuela y mi amiga Hildegard.
Tres: Muere.
Me saco al SS de encima.

Cojo una gabardina y una boina.
Paso el control.
Disparan,
Tú gritas: LASSEN SIE"

martes, 26 de febrero de 2008

VIDA EN VOLUTAS

El cigarro se apaga lentamente

Entre mis dedos,

Pero me pregunto

¿quién se consume realmente de los dos?

Siento el humo como una mano sinuosa

Que sube hasta mi cuello,

Enrededadera mortífera de nicotina y alquitrán.

Tal vez quiera lamer mi cuello

Para conocer el sabor

De las mujeres de cristal incandescente.

La ceniza me mancha las manos

Como señal de finita mortalidad

Que me sacudo con desesperación.

Mancho mi cara con el negro muerte harinoso

Y me contemplo en el espejo

De este paraíso de los idiotas.

Mis manos caen,

Artilugio descompuesto,

Y me rompo como una muñeca de porcelana.

Con media cara

El mundo es más absurdo

Y enciendo otro pitillo

Que me trae en volutas

Los restos de mí que ya no quiere nadie.

Al otro lado del espejo

Los asesinos son sacerdotes

Y las culpas risas enlatadas.

El humo lo cubre todo

Y los ojos me lloran

Hasta hacerme ver a mi madre

Con una escoba

barriendo la porcelana

de lo que fui ayer.

miércoles, 20 de febrero de 2008

LUZ DE GAS

Siempre he adorado a Oscar Wilde por su clarividencia y su fina ironía y, más que nada, por morirse por encima de sus posibilidades como él mismo sentenció poco antes de fallecer. Ahora mismo, me propongo leer De Profundis, la obra que escribió en cautiverio y no sé por qué me viene a la memoria una frase suya de El retrato de Dorian Gray que dice: "Existe la voluptuosidad del autorreproche. Cuando nos culpamos sentimos que nadie más tiene derecho a hacerlo. Es la confesión, no el sacerdote, lo que nos da la absolución". Creo que en la borrachera de la autoinculpación, hay mucho de "egoicidad". Si no recordemos a Dorian Gray con su cilicio en su carta a Sybil Vane. Muchas veces, no necesitamos tanto de un sacerdote -por no decir un amigo- como de nosotros mismos escupiendo nuestras propias miserias que, en muchas ocasiones, a nadie ke importan o, más bien, deberíamos saber guardar. Pero esto no es, sino una muestra de la soledad del individuo y de sus necesidades. Todos estamos inevitablemente solos por muy acompañados que nos creamos. Individual viene de individuo y eso es, amigos, figura sobre fondo. Puede que yo sea más "solitaria" que otros, pero el yo está siempre "solo". Cuando nos dormimos, en ese instante entre la vigilia y el sueño en que hacemos repaso a lo vivido, nos encontramos con lo más privado del ser: su sentimiento. Los sentimientos más privados del yo se dan en soledad: el desamor, la tristeza, el pesar, la meditación...Hay una higiene de la mente y es ante todo la de saberse ser individual y hasta cierto punto solo para enfrentarse a la vida con sus frustraciones. Nadie las va a pasar por mí. La vida no está hecha para grupos, sino para personas, aunque luego la sociedad nos reorganice en grupos. Yo estoy sola ante la toma de mis propias decisiones y todos, hasta los amantes después del amor, se quedan solos en cada lado de su cama.

lunes, 11 de febrero de 2008

CALLE FRÍA

Hace frío en la calle.Ya han encendido las últimas farolas en este barrio miserable. Yo camino con paso largo y lento, con desgana, como sin tener ganas de volver a casa, porque nadie me espera en ella. Los árboles susurrantes dejan su canción al pasar del viento norte, mientras vuela una que otra bolsa de plástico vacía. Hace frío en la calle. Tengo la cara helada y las manos ateridas dentro de los bolsillos; la bufanda hasta los pies no me deja distinguir la hojarasca de mis botas. No tengo prisa por volver a casa, porque nadie me espera. He fracasado en la vida como en la muerte, por eso veo en la noche con ojos de gato nocturno los faros de los coches y las bocinas no paran de sonar. Soy felina, porque soy la no-mujer, la hacedora de todo y la fracasada en todo, por eso huelo al aire los humores de la gente antes de preguntarles qué tal están.
En casa, me deshilvano como una retahila de ropa amantada. Pongo agua a hervir, mientras me saco las botas y enciendo la radio para sentirme menos sola. El te es un buen descongestivo para el alma enferma; enferma de amor, de desamor, de tristeza. Me han dicho hace poco que soy triste y me he reído -discúlpenme, los felinos somos sibilinos-, quizámi tristeza no tenga nada que ver con este mundo. Yo soy una simple clochard de las letras, con poco ánimo y hambre en el corazón.

sábado, 9 de febrero de 2008

PEQUEÑOS PLACERES

Cada mañana de sábado me resisto a levantarme de la cama. Estoy a gusto entre mis sábanas y mi calorcito de patucos. Me siento como una niña pequeña en su mundo de color rosa. Me dejo ronronear cinco minutos más en la cama que no tienen precio. Entonces me levanto con parsimonia. Miro por la ventana. Me saluda la mañana. Y salgo casi de mi sueño con un café largo que me espabila. Lo tomo con calma y ceremonia. Luego me planto delante del espejo y trato de reconciliarme con la chica del espejo. Es simpático, su aspecto, con el pelo corto como un chicuelo. Me guiña un ojo y voy llenando de sales el baño. Qué placer, un baño caliente con sales, la cabeza apoyada en una toalla y el cuerpo en relajación. Y soñando, soñando despierta. El cuerpo entra en reacción y se relaja. Pasan unos minutos de vaho. Cojo la pastilla de jabón y me la paso con presteza por el cuerpo hasta hacer una espuma abundante. Me encanta el olor a jabón de jazmín. Me seco y estoy lista. Ya me he vestido y bajo por el periódico. Entro en una cafetería y pido un nuevo café, mientras hojeo el diario. Ya viene mi humeante infusión. Las manos me huelen a jazmín y el cuello a perfume. Algo doloroso empaña mi mañana en el periódico.