miércoles, 5 de septiembre de 2007
PEREZA EN EL ALMA
martes, 4 de septiembre de 2007
UNA MUJER DESCALZA
lunes, 3 de septiembre de 2007
SANTIAGO TENA O EL AMOR EN TIEMPOS DIFÍCILES
LA CURIOSIDAD
domingo, 2 de septiembre de 2007
EL IMPOSIBLE "HAPPY END" DEL MITO
Hay pocos motivos para que yo deje una taza de café sin acabar: mirar por la ventana cuando se me va el santo al cielo o buscar el verso perfecto, pero, sobre todo está la lectura de novelas de Sherlock Holmes. Me apasiona el talento cuando se convierte en marca de carácter. Bien es cierto que, muchas veces, me hace gracia el infantilismo de Sir Arthur, cuando nos pinta al “adorable misógino” como conocedor de todos los lenguajes secretos o de todos los neumáticos para bicicletas de Londres. La verdad es que me importa bien poco el lugar que ocupe este tipo de ficción dentro de la literatura y, por eso mismo, jamás entraría a debatir su calidad artística/estética, sea cual sea ésta.
Creo que hará algo más de 12 o 15 años, en uno de esos largos veranos en los que me dediqué a fantasear con novela realista y cierta selección fílmica muy particular, la siempre minoritaria y selecta 2 de TVE dedicaba las aburridas tardes veraniegas a reponer filmes de Basil Rattbon y el bonachón bigotudo de “Rebeca” Y “Sospecha”. Yo, que empezaba a despuntar por mis rarezas pre-adolescentes, renegando de la playa, empecé a enamorarme del pésimo violinista de Backer Street y de su afición a la morfina. Con el paso de los años, Basil RatTbon me pareció una copia descafeinada del auténtico detective y con “La vida secreta de Sherlock Holmes” me convencí de que la desagradabilidad, que me es tan afín y amable, tomaba forma humana. He de confesar que la presencia de una mujer en la vida de Holmes siempre me hace recordar ciertas teorías freudianas. No hablo ni de la madre, ni el padre ni del sursum corda. Simplemente, me refiero a la destrucción del mito. ¿Sería posible que Holmes se enamorara? Tal vez; ahora bien, debe estar abocado al fracaso emocional siempre, si no sería como matar el deseo y destruir, por tanto, la retardación del placer, que es, en suma, lo que nos mueve por encima del propio goce hedonista: la espera, la búsqueda.
La clave está en la “contención”,las pasiones incompletas. Un duelo entre Irene y Holmes, una pura lucha dialéctica para medir fuerzas, es, ante todo, la historia de un fracaso. El mito necesita pervivir a perpetuidad como tal y, para ello es preciso que se mantenga “inmutable”. Privar de sentimientos a los personajes, manipular su destino a placer del autor-o del público, no olvidemos que Conan Doyle tuvo que “resucitar a su personaje”- debe mantener una continuidad mítica, legenaria, “evolutiva”, pero al mismo tiempo “inalterable”.
¿Holmes feliz padre de familia con un chiquillo meón encima de las rodillas? Al fin y al cabo, todo mito es la historia de un sacrificio, en cierto modo, de un simple mártir. Héroes, mendigos y soñadores bajo el signo inequívoco de la inmolación. Esclavos de su propia historia. Si no, que le alguien se lo hubiera preguntado antes a Unamuno.CRÍTICO Y POETA ¿POR QUÉNO?
La semana pasada recibo una comunicación corregida para un congreso y lo primero que se lee en letras enormes es: “TONO PETULANTE”. Evidentemente, aquella apreciación no era ningún descubrimiento, ya que los petulantes escribimos como petulantes, los hipócritas como hipócritas y los imbéciles en función de su buena o mala imbecilidad. Si a esto le sumamos que el “corregidor”-permítaseme la licencia poética- es buen amigo- o eso me parecía- y que me conoce de sobra, su falta de ingenio queda totalmente fuera de dudas.
Bien es cierto que a nadie le gusta que le digan las verdades a la cara, pero lo que me dejó más dolorida es que se ponía en duda mi rigor científico por un “pretendido” tono literario, que en absoluto “pretendí”. Creo que a, veces, se confunden las marcas de estilo con ficcionalizaciones horteras, sobre todo, en cierto sector que cree que tener un método, una regia disciplina y unas pautas de trabajo legitiman cualquier discurso con ansias de cientificismo. Yo no creo en métodos ni en ciencias, porque la panacea en investigación literaria no existe, por mucho que yo siga tal o cual escuela.
Lo único en lo que confío es en la percepción del texto y sus posibles lecturas en el tiempo pasado, presente y futuro. ¿Qué caigo en mi propia trampa adscribiéndome a un tipo de razonamiento? Las abstracciones totales son imposibles, pero a lo que voy es por qué ha de ser privativa la lectura del “crítico” frente a la del “poeta”. Sabidos es que Dámaso Alonso no es santo de mi devoción- aunque me guste su Estilística-, pero ¿es que acaso, Don Dámaso, bipolarizaba su personalidad, según tocase”ser”crítico o poeta? ¿Cambiaba de zapatillas? ¿Practicaba regresiones hacia tiempos anteriores a ser profesor o a ser creador? ¡Por Dios! No creo que exista esa dichosa escisión entre una y otra faceta del ser humano.
Una cosa es trivializar por falta de conocimientos e intentar dar otro final al Quijote, pero plateémonos por un momento: incluso si ese “otro final” es justificable y argumentable, con una base que sirva para contrastar-que no oponer, necesariamente- opiniones, ¿por qué no? Confundir al autor con el narrador no es una cuestión de mente soñadora y romántica, sino de ignorancia extrema, de falta de conocimiento y, por tanto, de incapacidad para emitir un juicio crítico y científico.
Este año vuelven a estar de moda los pantalones-pirata, seguro que mis hijos se partirán cuando el día de mañana vean en fotos a su madre disfrazada de corsario. Con la investigación, pasa lo mismo, porque es un trabajo de ciencias humanas y no naturales, comprobables, es un saber. Estructuralistas y formalistas...lo de siempre. Lo que tiene que prevalecer es la calidad.
La mayor satisfacción de mi vida me la dio una profesora de la facultad en segundo de carrera. Era la docente de Comentario Lírico: “Tú trabajo no me convence, personalmente ni me gusta , pero hay una base detrás”. Me puso Matrícula de Honor y eso que odiaba las lecturas psicoanalíticas.