Me quedo dormida sobre estas cartas viejas
que se han arrugado por culpa de las lágrimas.
Dejo caer mis ojos en profundos borrones de tinta,
que me dicen una y otra vez
que no estás y eres de otra.
Maldita sea mi alma, siempre pecadora.
Soy la mujer malvada que ha creado tu fantasía.
Esa que corre envuelta en seda morada
y abre todas las puertas de la casa como una loca
para encontrar camas vacías y restos de un amor lejano.
Si alguna vez me quisiste, no estuve atenta.
Quizá mi alma y mi cuerpo estaban separados.
La vista puesta en el camino absurdo,
los labios cerrados por pudor o por silencio.
Sólo sé que ahora quiero que me mates.
No me caben más pecados en el puño,
por eso te ruego que acabes ya conmigo y
termine esta tragedia de heroínas amargas.
¿Por qué te empeñaste en hacer carne tu deseo,
si sólo soy una imagen a través de tu cristal?
Ya puedo condenarme por encender tus ojos,
por romper lazos sagrados
e invocar tu nombre cada noche frente al mar.
Maldita sea mi alma,
pero recuerda que tú le diste forma.
Tú me soñaste, tú me diste nombre.
Tú me hiciste mártir y pecadora.
Me envolviste en tus sábanas de cielo.
Recuerda mi nombre antes de dormir:
Soy la mujer que un día creaste.
Lucía de Fraga.
Lucía de Fraga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario