martes, 11 de enero de 2011

LA CHESLOM




Olor a opio y sexo húmedo bautizan la estancia
Donde yace una mujer liberada de las cinchas de la intimidad.
Apenas caen sobre su cuerpo liguero y sujetador liberado
Que deja un rostro de desnudez durmiente alcoholizada.
Ya se esconden las manos que la adoraron, porque llega la aurora.

Mitad mujer, mitad cuerpo entrapado que deja a la vista
La sinuosa figura de una mujer agotada en la cheslom,
Su perfume habla de borrachos y propinas, de tipos ricos y camas frías.
Dejad que duerma la princesa del pecado con el muslo desnudo,
El pecho descarado y caliente y la sábana invisible que muestra la carne.

Las medias cuelgan de un clavo en la pared manchadas de champagne,
Mientras por su mente corren piernas con zapatos de tacón y charol negro.
De las voluptuosas pieles sólo queda el recuerdo y una constante llamada cuerpo
Que se desnuda sin ganas satisfecho el placer y ansiosa de sueños,
Donde el pecado es beatitud y la carne es trapo del alma.

Dejad que duerma, dejad que duerme lejos de manos sibilinas y labios amargos.
Contemplad el bello sueño de una mujer medio desnuda que sueña con un mundo lejano, donde la noche no es prueba de carnal aceleración y hombres de negro brillante.
La espalda cubre pecho y pubis de las miradas,
Ese ingente mapa donde se perpetúan las huellas de los amantes.

Un ángel vuela sobre su cabeza y la envuelve en sus alas.
Atrás quedaron las noches de cabaret y mercancía de cuerpos.
Ya no se jugará su destino por cada copa que beba
Ni terminará en la gélida cama de un desconocido,
Porque la mujer medio desnuda ha muerto en el circo del insomnio y pastillas.

Lucía Fraga.

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