Un
televisor estropeado retransmite su niebla.
No
temas...Acércate y mira hacia dentro.
¿Qué
te puede pasar?
Ausencia;
silencio; La Nada.
Caes
lentamente dentro de tu propio abismo corporal.
Vas
hacia atrás en una encriptada cinta aeróbica
y
continúas la caída dentro de ti.
Estúpida...
Has caído en la trampa,
porque
no sabes quién eres.
Bienvenida
al salón de los ocho espejos.
No
hay instrucciones ni prospectos.
Sólo
tu instinto de conservación.
Nadie
te puede decir ya nada.
Estás
en el carrusel de la identidad circular,
así
que adivina cuál de ellas eres.
Los
espejos no se rompen con tus alaridos,
sino
que te devuelven la reverberación de todos tus reflejos.
No
grites más que nadie puede oírte.
Te
multiplicas por ocho en ocho épocas distintas,
mientras
el salón gira a tu alrededor y vas de la Vida a la Muerte.
No
te rompas los puños ni manches de sangre el salón.
El
espejo octogonal te devuelve cada golpe en el vientre
hasta
que se te llene la boca de salvaje saliva roja.
Esas
ocho mujeres te esperan para que tú elijas a una.
¿Cuál
de ellas eres?
Te
mareas frente a las ocho caras sin saber escoger.
Hay
dos fulanas, una madre, una joven revieja,
una
hembra estéril con el útero vacío, una matricida,
una
niña inocente y una desgraciada solitaria.
¿Todo
eso eres tú?
Un
televisor estropeado retransmite su niebla.
El
salón se ha quedado vacío.
Sólo
se oye el ruido gris de la niebla televisiva.
Se
ha roto el espejo del cuarto de baño
y
del techo cuelga sin cara un cuerpo femenino.
Lucía
de Fraga