lunes, 26 de julio de 2010

Somos dos canallas,
hechos a sí mismos.
Dos asesinos de la palabra
que ya no creen ni en Dios ni en su madre.

Somos dos canallas
con un único delito:
tal vez, tomar el nombre de Dios en vano
y escribir poemas que incendian los ojos.

Somos dos canallas
con una sola arma.
El revólver del Verbo que atraviesa
todas las Oraciones de beatas y meapilas.

Somos dos canallas
que olvidamos el "verbo amar"
y, entre tanto,
jugamos al azar de la ruleta rusa,

esperando un milagro o una maldición
que nos devuelva al desparaíso
de tiros certeros y tragos de tequila:
Afilada y canallesca poesía.

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