lunes, 17 de septiembre de 2007

CUARTO DE HOTEL

La músia sonaba cerca de mi ventana e incluso podía escuchar las conversaciones de la boda que estaban celebrando en el restaurante del hotel. Yo, a oscuras, veía un documental sobre la transición española de Victoria Prego y fumaba medio tendida en la cama, como medio recorte de mujer que la luz parpadenate del televisor atravesaba en blanco y negro. Fumaba con desaire,sobre la cama con la ropa interior y las medias aún puestas y sin desmaquillar. Venía de una boda. Sólo me apetecía remolonear sobre la cama como una gata y que alguien me acariase el lomo. Estaba hecha añicos. Las parejas se habían ido a consumar su amor, mientras yo me consumía de angustia, sola y deseosa de ser abrazada. Comencé a catalogar qué tipos de personas solitarias habrían pasado por aquella habitación. Pero me aburrí y empecé a pensar en Hopper. Qué soledad más sombría la de una habitación sencilla donde no funciona la llave de la luz. Empecé a caminar por la habitación buscando un círculo perfecto donde meterme dentro para estar a salvo de mis especulaciones, perocuando el corazón late a ritmo de Miles davis no puedes escapar de tí. Pensé por un momento en sentirme dichosa y lo conseguí.Qué importancia tiene que unos hagan el amor si yo tengo el amor de la palabra. Me sentí desnuda,como la mujer de Hopper en su Cuarto de Hotel. Al fin y al cabo,habíamos venido a divertirnos y yo había ido a comprobar que era la más infeliz,pero tengo la palabra.Mirando para el tubo de neón estropeado,pensé que el amor es como la mariposa y la lámpara,que si es muy absorbente te consumes en él. Y yo me quiero consumir,pero lentamente,en un fundido en negro que me una para siempre en el amor divino.

martes, 11 de septiembre de 2007

NOSTALGIA DEL ACERO (SECCIÓN I)

EL ASESINATO

Yo aprendí a hablar con una piedra en la boca,

cuando el mundo era un eterno desfile por brazos desconocidos

y las almas se deshacían dentro de puños violentos.

Me acostumbré al silencio y a la hipnosis de los relojes.

A la caricia del verdugo antes de dormir.

Del hacha comprendí

que las heridas más dolorosas no se abren en la carne.

Y aunque mi grito se fue haciendo anónimo,

cuanto más crecía,

más eran las manos que cercaban mi cuello.

Comencé a caminar de noche,

convencida de que la sombra era un escondite para ciegos.

Di mis primeros pasos a oscuras

y mis primeras palabras fueron para el reflejo de una ventana.

Pero un día me escapé y corrí hacia el sol.

Dicen que hay niños que traen un pan debajo del brazo.

A mi me robaron el pan:

yen su lugar

puse un cuchillo.

PRIMERA SECCIÓN: DERECHO A RÉPLICA.

DOLOR DE NIÑA-MADRE

He sido una madre silenciosa de mi propia niñez.

Me he acunado sola

cuando las manos de la madrastra

me tiraban por el suelo

y la luz era una nube mortal.

Cuando el amor era una bofetada,

cuando el amor era una paliza y yo

una niña que lloraba con las piernas meadas.

Hoy respiro el olor de mi propio cuerpo,

estrujo los pechos de mujer

que coronan una madurez rancia

iniciada en los ojos de antesdeayer.

Desnuda ante el espejo

revivo el dolor de la carne.

ME muerdo los brazos,

me abofeteo la cara

y golpeo los puños contra el duro cristal

que separa los continentes helados.

Soy la sombra perpetua.


LA NOCHE DE MI CUERPO.

He visto el rostro de mi madre llorando,

reflejado en el suelo.

Me he asomado a la ventana

y me he vuelto lluvia que cae

sobre la ciudad insomne.

De noche pierdo por completo

la noción de mi cuerpo

y, poco a poco, me incorporo

a este paraíso de los idiotas.

La calle tiene un extraño color de gato nocturno

que casi no me deja reconocer

mis manos mezcladas en la niebla.

Estiro los brazos

por encima de los laberintos de hormigón

con el mismo vuelo que alzan mis manos

sobre los recuerdos.

El tiempo se despereza en esta noche

que es la noche de mi cuerpo

sobre la ciudad mojada.

Caen a raudales las aguas dormidas

que recorren los laberintos de cristal,

ciudades que sueñan dentro de una bola

que guarda la nieve del invierno

sobre las estancias durmientes.


AYER Y HOY.

Desde lo alto de mi cuerpo de pájaro,

descubro presencias perdidas,

estúpidos paseantes

que han olvidado su nombre.

De niña te llamabas Ía

y la noche tenía la vertiginosa

caída de un columpio chirriante.

Dabas vueltas

por el mero placer

de que todo girara en torno a t

i y el violín era un trampolín

que iba de la música a tu cuna

para darte un beso de buenas noches.

Hoy, sólo soy un cuerpo sin sueño que camina hacia el matadero.


AL PIE DE AQUELLA ROCA

Sabes que detrás de mi

hay una sonrisa que sí existió

y siento esas campanillas

que acuden a mi cabeza

cuando pienso en esa infancia

que descuidó la memoria.

Tiene toda la fuerza de las noches azules,

de cuando me sentaba

al pie de la roca de los sueños

y dejaba que el viento me arrastrase

las lágrimas de la frente al pelo.


ALEGRÍA DEL MUTILADO

Algunos niños sin cabeza

juegan a la pelota

delante de tu puerta.

¡Qué buena es la guerra

que les arranca los brazos

y les da la alegría del tullido

con piernas ortopédicas!


LA PIEDRA REDONDA

Contemplo sobre mi mano,

la redondez de una piedra

que es como el mundo

sobre el vientre de un bebé

que duerme.

¡Que nadie lo mueva!

¡Que nadie lo mueva

que es mi hijo con su vida!

La vida es redonda como una piedra.

Hay que mirarla como a una virgen

que se desnuda en silencio.

La vida es redonda y suave y lisa

como una piedra.

Mi hijo

nació con ella sobre el vientre

y sube y baja mientras tiene sueño.

La vida es como una piedra, que algunos nos empeñamos en atarnos al cuello.


SATURNA

Saturna.

Satuuurna.

La madre desaforada

corre desnuda sobre las rocas.

Se destroza los pies

que no encuentran

el descanso de la arena.


CANCIÓN DE CUNA PARA DOS NIÑAS

Hay dolores que se inician

en el dibujo de un cuento de hadas

y terminan en unas medias negras

con un par de agujeros.

Soy aquella que ni es niña

ni quiere ser mujer,

porque demando a dentelladas del pasado

lo que por derecho el tiempo me debe.

¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas?

¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?

Hay momentos en los que imagino

que duermo entre mis propios brazos

y mi boca busca la cara de la niña

que sostengo.

Le canto al oído dulcemente

y siento su respiración caliente contra mi cara.

Las dos nos acunamos.

Pero se rompe mi sueño,

cuando descubro una muñeca rota en el suelo.


EPITAFIO

Padre,

los dos hemos llegado tarde:

tú a salvarme y yo a pedirte socorro.

¿Por qué no le cortaste las manos a mi madre?




LA CLOCHARD ENRAYUELADA

domingo, 9 de septiembre de 2007

DIARIO DE UNA CLOCHARD ENRAYUELADA (I)

“ELECTRA NIÑA HABLA A SU ÚLTIMO PADRE”.

30-VII-2002, A Coruña: “La vida vista desde fuera”.

A veces, cuando leo a Pessoa en una cafetería, siento una común melancolía que nos une con hilos invisibles. Remuevo el café y siento que la cucharilla está unida a la taza, por eso remuevo y desremuevo con calma para que el hilo no se quede enredado. Miro para el café y veo la Rúa Doradores con sus gentes. Con esas gentes que viven una vida indolora y común, con un ritmo ordenancista que les impide ver su propia desgracia.

Pessoa se sienta y escribe. Nunca cruzamos las miradas, porque sé que entonces se rompería el encanto. Yo fumo lentamente, sabiendo que ese ojo ubicuo me mira sin decir nada. Las vidas de los demás se deshacen como polvorones, pero nosotros somos duros como piedras y por eso no podemos dejar de ser, ni siquiera cuando dormimos. El sueño es el único espacio del no-ser, pero que cuando se cambia de cajón, se convierte en otra parcela de la vida. Nos miramos desde fuera como monigotes y sonreímos al ver caminar nuestros cuerpos sin cabeza por la rue Montparnasse o como se escriba, ya me conoces.

Me da miedo haber perdido el ritmo ordenancista de la intrascendencia. Saber, en una palabra, que todos estamos solos, que yo estoy sola. Sé que mis arranques melancólicos no son una mentira, cuando cuelgo los ojos en cualquier parte y me descubro pensando en el pliegue de una cortina o en el papo de una señora gorda. O, como siempre, cuando pienso en mi madre y siento cómo se me eriza el pelo de la espalda y oigo gritos de niños en la calle. Todo me da miedo. Por eso cojo una piedra en la Dársena, la acaricio y cuando me he cansado de saber que cada una de las caras puede ser la mía, la tiro al mar y veo como se hunde. Espero unos segundos a ver si sale a flote, pero nunca vuelve a subir. Luego, cojo otra y me la meto en el bolsillo, por un estúpido “por si acaso” que no sé adónde me lleva con los bolsillos llenos de piedras blancas.

Luego, como castigo de no sé qué, fijo la vista en las grúas del puerto, que me dan tanto miedo, y me dejo asustar hasta el paroxismo. Me siento en el suelo y sé que he vivido algo. Algo tan estúpido como creer que me hundo con las piedras que tiro al mar.

25-VII-2002, A Coruña: “Adiós al cólera. Amor en tiempos de sarna”.

Me he quedado sola en casa. No tengo ganas de aguantar más a mis niños; que paseen solitos, mientras su mamá escucha “All Blues” y descarga su conciencia.

A ratos me viene a la memoria algo de Azorín sobre lo que yo misma he escrito y siento una dejadez de columpio que me chirría en los oídos. Te veo a ti en la Laponia de tu inconsciencia, recostado y olvidándote del mundo, leyendo un libro que te tiene felizmente desatado de la realidad. Cuando te pienso así, me pareces terriblemente inhumano.

Estos días me molesta todo. Tengo momentos de un vaginismo melancólico absolutamente nauseabundo, y , otros, de un capricho infantil que me acerca, cada día un poco más, a ese estereotipo de lo femenino que sabes que aborrezco. Quiero todo para mi. Quiero a la gente en exclusiva, cuando en el manual de la vida te dicen que eso es lo primero que no se puede hacer. Diga San Pablo lo que diga, el amor es el más sublime acto de egoísmo.

Es curioso, pero tengo una extraña sensación de “amor a bofetadas”, y es que no hay que confundir el amor, “esa palabra”, con el apego o la imperiosa necesidad de cariño. En invierno no lo noto tanto, pero llega el verano y sólo me encuentro con la dichosa niña de 5 años jugando sola. Mi infancia me despierta morbosos instintos asesinos.

Ayer caminaba por la estación, pensando en los Gaulois de Cortázar y, de pronto, vi, apoyada en el suelo, una maleta marrón con dos correas. Aquella maleta marrón era como una que había tenido mi padre – en los tiempos también infelices, de antes de que yo naciera-. Inmediatamente, recordé las fotos en blanco y negro de mis tres hermanos cogidos de la mano de mi madre en un viaje que hicieron a principios de los 70. Me quedé idiotizada mirando para aquella dichosa maleta que me traía recuerdos de olor a tabaco de pipa y el sentir orgánico de las piedras de Compostela. De pronto, vi en mi memoria: una mujer y un hombre se besan a oscuras; apenas puedo distinguir las dos figuras humanas; lentamente, los dos cuerpos se van trenzando sobre una cama, en medio de una oscuridad de pesadilla que no me deja verlos. No conozco a esa mujer. Una niña mira a esa pareja desde la esquina de los recuerdos que le faltan.

Las parejas se rompen como se rompen las persianas o las cisternas, que nunca vuelven a funcionar igual por mucho cuidado que tengamos. El amor es como un bebé que se nos cae de los brazos. Y me pregunto si no es demasiado triste que ya desde ahora tenga asumida esa desarmonía del amor; esa crueldad de las promesas que se rompen por falta de tiempo o, quizá, por exceso. Hace años, claro que creía en los príncipes azules y en los amores de perdices y pichones; ahora sólo creo en la constancia. El amor es algo demasiado serio que se rompe a fuerza de manosearlo y de darle mal uso. Es asqueroso. El amor es algo que los padres deberían aprender a llevar en secreto por mucho que se les caigan los trozos a cada paso.

27-IIV-2002. A Coruña: “Terrores nocturnos”.

Hoy he llegado al borde de una sensación justa y maligna. Me he dado cuenta de que no soy nadie; de que me he creado un mundo en el que empiezan a caer todos los andamios. Soy el centro de la nada, porque no soy nadie.

Me gustaría sentarme frente al ordenador con la chulería de la artista convencida, pero desde hace meses he empezado a comprender que nada de eso me pertenece.

Es complejo ser el ombligo de tu propio mundo, cuando sientes la pesadez de los mundos que te rodean.

Me miro constantemente al espejo como para recordarme la cara que tengo y no me reconozco. Me siento, no perdida, sino ausente de mi cuerpo. Nada me entretiene ni me desquita de esa constante llamada del yo al propio yo. El tiempo es elásticamente insoportable y la soledad egoísta y abandónica es un estado de constante alerta del sujeto que desea recordarse a sí mismo como un invitado impertinente que se nos cuela en casa.

Desearía no pensar o, al menos, pensar con claridad. Me canso de ser yo todo el tiempo. Es una pesada carga y una responsabilidad injusta.

Miro las paredes de mi habitación y en cada esquina encuentro un pedacito de mi llamándome a gritos para recordarme que es preciso volver al martirio de todos los días, pero no puedo, me cansa.

No me acostumbro a estar de vacaciones y me da miedo la inactividad. Me impongo tareas inútiles y soy incapaz de prestarles atención. No me acostumbro a vivir conmigo fuera de mi. No me conozco en la pereza y en la inacción, y resulta que es más duro convivir con la mujer parasitaria que con la mujer hiper-saturante(-saturada). Me cansa mi compañía y no consigo prestarles atención a los demás. La nada me lleva por caminos que excluyen a los otros y que, en determinados momentos, parece dispuesta a enajenarme. Me conduce a un estado de estupidez total en el que apenas pienso. Me he descuidado física y mentalmente, con una dejadez asquerosa como si, de pronto, me hubieran cambiado de cabeza. Escribo deliberadamente mal y es curioso, pero creo que no tengo remordimientos. Tal vez, cierta vergüenza de espíritu, porque a ése no se le puede engañar con tanta facilidad.

Los recuerdos se me amontonan como una mesa llena de papeles, y por mucho que lo intento, sólo consigo encontrar trozos de niñas rotas y adolescentes recortadas que veo a través de la distancia de quien contempla un accidente de coche como puro espectáculo. Me canso. Mi discurso se despersonaliza y me encuentro conmigo, borrachita de ego, vacía y sin ganas de hacer la cama. Porque dime: para qué hacer la cama, si de noche se vuelve a deshacer.

***

sábado, 8 de septiembre de 2007

EL EXTRAÑO

Sólo conozco su voz. Es dulce y desenfadada.Hoy nos veremos a las 22.30.Iré en tren hasta Santiago. Me encnata viajar en tren. La frialdad de los asientos contra mi cuerpo hacen que me sienta viva y el paisaje me recuerda de dónde soy. Durante el viaje fantasearé con mi amigo el extraño. Tal vez sea un patán o un atildado profesor de física y química. Lo que no soporto es la esspera.Esperar es siempre un castigo impenintente. Esperar es un crimen. Supongo que me entretendrécon mis sobrinos mientras las horas se me hacen eternas, pensando en mi adorable extraño y fumando mi ducados rubio o curioseando los vinilos de mi hermano. ¿Qué esperará él de mí? Tan sólo nos veremos unas horas...El corazón me palpita a cien por hora. Un extraño es siempre un enigma que tenemos que desenmarañar. Un encuentro entre dos desconocidos es o una locura o un acierto.Tal vez me haya equivocado ya.Pero no sabré si vale la pena si no doy el paso. Estoy hambrienta de besos y abrazos y mi desconocido también. Eso al menos nos une. Pero no deja de ser un extraño que a lo mejor quiera herirme. Pero me herirá en la medida en que yo medeje herir. Tengo puesto mi escudo de mujer araña y nadie puede hacerme daño. Su voz es tan dulce como el veneno que respiro cada día con mi Ducados rubio.

jueves, 6 de septiembre de 2007

HUMO Y JAZZ

Me he quitado los zapatos y me he quedado en ropa interior delante del ordenador. He puesto a Miles y los dedos van como quieren por el teclado. Todo el mundo está demasiado ocupado, así que me escondo en mi cárcel para no molestar a nadie. Ya no importa que se me caiga continuamente la tira del sujetador o que la ropa estépor el suelo.Sólo lamento esta soledad de niña abandónica que amortigua el jazz como un almohadón de plumas. Miro mis manos que es la medida de mi mundo y me sorprende su belleza. La verdad es que una chica como yo debería llevar brillantes.Me permito jugar conmigo como consuelo. Pero en el fondo sé que nunca pasasré de las circonitas, aunque Dios me haya hecho unas manos para diamantes. Tal vez,me hizo para sufrir la soledad. Para paladearla.Para aprenderme de memoria cada esquina de este cuarto en el que lo único que cambian son lashojas del calendario y los nuevos libros. La soledad es un derecho, pero un castigo cuando se vuelve detierro y te das cuenta de que no formas parte de "los otros".
Me miro en el espejo y veo mi cuerpo asqueroso.Sólo soy hermosa tendida en la cama.Perdí mis ínfulas de nínfula y ahora ya no sé quién soy. Me sigo sintiendo adolescente y niña. Tampoco mi aspecto me delata. Pero qué daría yo porvolver a los viejos años de Humo Y Jazz con Katja en aquel ático que daba directamente a toda la costa, en plena ciudad, y leíamos Rayuela como dos clochardes. El vino y las guindillas, mientras su gata Irisse acariciaba por el cuello y las piernas. Ahora mon cherie está lejos, demasiado lejos como para tomar una copa de tinto y reirnos por "pavadas". Mi gemela estálejos y yo incompleta.No me falta su mitad, me falta una vida entera que está por hacer y no sé por dónde empezar a empaquetar.
No soy la que fui ni la que seré, soy un ser en transformación, metido dentro de su capullo esperando madurar. No tengo ganas de obligaciones, todavía que me queda un tiempo antes de empeza a trabajar. Tampoco ganas locas de hablar con mis amigos, porque siento que me han inoculado la semilla de la melancolía tardía y esa actúa con efecto retardado. Mientras tanto que siga Miles tocando y que fluya elhumo.

UNA MUJER SE HA PERDIDO. CONOCER EL DELIRIO Y EL LLANTO

(Título, canción de Silvio Rodríguez)
Me he perdido buscando mi sombra como Peter Pan en esta habitación del País del para Siempre Encacerlad. No me encuentro ni me distingo entre mis libros de Pessoa, Celan, Saramago, Lejeune, Chejov, Gorki o Cernuda.Me he colada por las páginas de los libros y ya no sé a cúal pertenezco. Me Siento aplastada por el peso del papel y el paso del tiempo. ¿Dónde se ha ido mi sonrisa? Ya no reconozco mi cara en blanco y negro, metida dentro del aparato del cajista. Ya no tengo la fuerza de todas las mañanas y sólo quiero ahogarme en Porgy & Bess y tirarme en la cama para mirarle los ojos a Marilyn. Soy una mujer hecha de trapos de cocina que cuando me coges me derrumbo como un castillo de naipes.Mis labios están fríos y mis ojos totalmente perdidos en una isla de palabras mentales. Necesito que me beses como a una niña para ir tomando forma desde mi infancia. Borrar las heridas. Dejar de conocer el deliro y elllanto.