martes, 4 de enero de 2011
NACIMIENTO
Se puede escuchar el mar dentro de una caracola
Y contemplar el océano dentro de una botella vacía.
Las hojas han ido cayendo sobre mi solitaria tumba
De la que ha nacido una mujer dentro de un huevo roto.
La ignorancia es una buena conductora en el espacio de los sueños.
Sueños con alma de mujer que se repliega dentro de su cascarón
Con el mar en el brazo y la paz oculta en la cabeza.
No distraigáis a la mujer nacida del huevo con vuestras lamentaciones,
Porque para dar camino a su pie, el mundo ha de mirarse como la primera vez.
Ojos de niño que descubren la desnudez como piel primera e inmaculada.
El pecho al descubierto ilumina el camino oscuro de los pies descalzos.
En la noche una húmeda cascada son sus brazos que se mueven en danza.
Pedazos de cáscara de huevo son sus primeros recuerdos trigueños de infancia.
La mujer que se formó en el huevo es una niña escapada de un nido
Donde los pájaros de ojos negros y cabeza de alfiler la picoteaban.
Dame tu segunda piel, oh mujer de la naturaleza,
Para esconderme de la turba que me vapulea bajo la tapa de mi tumba.
Vísteme con el color arena y que mis pechos respiren la luz del día.
Yo pondré una calabaza hueca bajo el brazo.
Una calabaza contra los buscadores de seda
Y déjame desnudarme en el interior de tu caja de pájaro.
L. Fraga.
viernes, 31 de diciembre de 2010
CONTRA EL PAREDÓN
Después de arrancarme la ropa
Me pusieron de cara al paredón.
Yo sentía mi respiración agitada entre el brazo y el cemento,
La encallecida piel de hormigón donde terminarían mis sesos.
Recorrí con la lengua los huecos de metralla,
Ese sabor a labio partido y piedra que se desmorona,
Y con mis dedos busqué huecos donde esconderme.
Al arañazo mutilador que abrió mi vestido,
Contesté dando golpes contra la frente herida.
Siempre en silencio, mientras mi pelo
se deshacía como agua sobre los hombros.
La sangre de mi frente bautizó de nuevo las viejas paredes
Que dejaba un recorrido de rojo ahogado en un grito que no llegué a dar.
Mi piel se iluminaba con el sudor.
Resplandeciente estrella en una madrugada sin luces
Que alcanzaban manos sucias que querían poseerla.
Mi cuerpo desvencijado apenas podía mantenerse en pie
Y sólo en una mano podía sostener mi escudo que por ser
Era una raspa de pescado que hería con su blanco disfraz
Y abanicaba con su aire en surcos los muñones de los soldados
L. Fraga.
Me pusieron de cara al paredón.
Yo sentía mi respiración agitada entre el brazo y el cemento,
La encallecida piel de hormigón donde terminarían mis sesos.
Recorrí con la lengua los huecos de metralla,
Ese sabor a labio partido y piedra que se desmorona,
Y con mis dedos busqué huecos donde esconderme.
Al arañazo mutilador que abrió mi vestido,
Contesté dando golpes contra la frente herida.
Siempre en silencio, mientras mi pelo
se deshacía como agua sobre los hombros.
La sangre de mi frente bautizó de nuevo las viejas paredes
Que dejaba un recorrido de rojo ahogado en un grito que no llegué a dar.
Mi piel se iluminaba con el sudor.
Resplandeciente estrella en una madrugada sin luces
Que alcanzaban manos sucias que querían poseerla.
Mi cuerpo desvencijado apenas podía mantenerse en pie
Y sólo en una mano podía sostener mi escudo que por ser
Era una raspa de pescado que hería con su blanco disfraz
Y abanicaba con su aire en surcos los muñones de los soldados
L. Fraga.
jueves, 23 de diciembre de 2010
LA HORA DE DORMIR
Una chica hace rayas contra la pared con una piedra.
Nadie le echaría encima treinta años.
Tiene los bolsillos llenos de piedras y trozos de ladrillo.
Cualquiera diría que es Virginia Wolf en busca de su río.
Los lavabos huelen a lejía y orina.
Las ventanas están fuertemente cerradas.
Los internos dan un paseo por fuera agarrados a una cuerda.
En cualquier esquina alguien llora, porque se ha meado
O porque dice haber forzado a su hermana.
En otro lugar, una interna que diseña trajes de novia
Para parapléjicas, aparece desnuda y sola con un libro rojo
Al que le ha dibujado el tercer ojo.
En la 225 se oyen gritos lastimosos: “¡Mamá, ven!”, “¡Mamá, sácame de aquí!”.
Hay quien lleva su cruz en una tajada en el cuello
Y princesas esquizofrénicas del SERGAS que no usan el pijama reglamentario.
¿Quién te arrincona con las manos sudadas e intenta bajarte las bragas
a través del pijama del Servizo Galego de Saúde y tú gritas y gritas y le rompes la cara?
Una chica juega arrodillada con sus piedras en el suelo.
Un joven extranjero llora porque dice que se ha follado a su madre.
Una anciana atada a una silla me dice al oído que vamos a volar todo en pedazos.
La exhibicionista reza un rosario hecho de plastilina en medio del comedor.
Y yo, yo, simplemente espero que llegue la hora de dormir para despertar.
miércoles, 15 de diciembre de 2010
FIGURAS DE VAHO
En aquella madrugada de acero y frío apenas nos veíamos las manos.
Nuestras caras eran una ilusión de vaho que desaparecía una y otra vez
Como una vela entre las manos a punto de apagarse.
Éramos siniestros hijos de la niebla sin carné ni destino más que a lo vedado.
Entre uno y otro cristal jugábamos a ser críos que pintan letras de amor con el aliento.
Letras fugaces y calientes que piden algo más que la instantaneidad de un soplo.
Estábamos sitiados por la niebla y la incomprensión sonora de un cristal
Que no sabíamos si nos hacía entender o perdernos entre aspavientos.
El eterno vidrio de las distancias sobre el que dibujar un amanecer o un asesinato.
El cristal de los corredores sin salida que siempre llevan al mismo punto.
Finalmente, los trenes se movieron en sentido contrario.
Mi cara ensangrentada incrustada contra la ventanilla.
Y tú escribiendo palabras ilegibles sobre tu aliento amoroso en un destrozado adiós.
L. Fraga.
sábado, 11 de diciembre de 2010
DESDE ESTE AGUJERO
Las noches se hacen eternas en este agujero
Donde te sirven sed y hambre de recuerdos.
Mis manos se han vuelto tan frágiles
Como violines que la carcoma ha marchitado
Y ya no puedo sostener la memoria
Sin que se me caiga un recorte de mí.
Las noches son frías en este agujero
Donde las mantas son palabras gastadas y húmedas.
Mis ojos se han acostumbrado a la ceguera de la noche
Y ya no necesito luz que alumbre el tiempo perdido.
He envejecido tantos años en este cuchitril
Que ya soy abuela de mis emociones.
El tiempo se escapó por una ventana abierta,
Mientras yo me apretaba al vacío de los instantes mortales
Y descubría la cara de la muerte en cada espejo y
Todo eran pájaros negros a rondar un cuerpo que ya no era.
Me destruí contra los ventanales en un golpe estrepitoso
Y los mansos vinieron a recoger mis despojos.
Las noches huelen a carne humana en este agujero
Donde los atroces afilan sus cuchillos
Y todo tiene un cariz de ritual sangriento
Que me obliga a taparme los ojos y los oídos
Para no escuchar los gritos en medio del vacío.
La luna se tiñe de rojo en ocasiones como ésta.
Liberada del agujero de la noche,
Siento crecer mi cuerpo como un árbol extático
Que asiste al renacer de las manos aladas
Y el corazón palpitante de vida.
Los recuerdos se han ahogado en su propia sangre
Y una nueva vida se renueva en cada poro de mi piel.
L. Fraga.
martes, 7 de diciembre de 2010
Esta noche de alcohol y luces de neón,
El cielo se tiñe de púrpura.
Púrpura de mis labios en un beso infinito
Que acoge tu ser borracho de vida.
Alguien grita por los callejones
Y se oye un ruidos de cristales rotos.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.
Déjame que esta noche sea real y
No una quimera que desaparece con el amanecer.
Dame un trago más, de lo que sea,
Que necesito sentirme etérea y alada.
Pasemos por encima de los borrachos,
Y permanezcamos en silencio en esta esquina
Donde tus ojos son más verdad que nunca.
Luces de coches de policía inundan las calles de espuma y vino,
De delincuentes juveniles que se pinchan heroína en los talones
Y de putas despavoridas sin papeles.
Aún queda mucha noche que quemar,
Aunque no sea entre una fogata de okupas.
La noche es una navaja afilada
Que se desliza por nuestros cuellos.
En medio de una ciudad insomne y sórdida,
Nosotros ya no somos un par de desconocidos
Que comparten una copa y un pasado nauseabundo.
Sólo nos queda este momento
Y cerrar la navaja.
L. Fraga.
lunes, 6 de diciembre de 2010
CORAZÓN DESVENCIJADO
Tengo el corazón desvencijado entre pulmón y pulmón,
Sístole y diástole se han convertido en tic-tac de descuento.
Cada latido es un paso hacia el sueño deseado de los suicidas.
Y yo siento que en esta muerte prematura y liberadora
Se van apagando las luces de los sufrimientos como bombillas a punto de fundirse
Aún así, guardan la luz primigenia de la primera patada en el estómago,
Y se visten con sus mejores galas macabras entre champagne y una mujer que llora sola,
Despeinada y apenas vestida que se da golpes contra un Cristo en la cabeza.
Perfecta imagen fotográfica del dolor y de ese olor nauseabundo que ataca la pituitaria.
El dolor huele a alcohol pegado a la nariz o a aguarrás cerca de los ojos.
El sufrimiento es un mar donde progresivamente no vamos ahogando.
Siento cómo se me va rompiendo este músculo ahogado por una vida maldita.
Cómo a oscuras me atacaba el miedo en medio del pasillo y no podía tragar saliva.
Cuántas noches vinieron los perseguidores a llevarse mi alma por mis cenizas.
Y cómo colocaban los instrumentos para la automutilación en el cuarto de baño.
Recuerdo las noches jugando a los naipes por mi corazón incendiado
Y la subasta de mi infancia y juventud al mejor postor que siempre era la muerte.
De un tiro en el estómago se cargaron mis primeros cinco años de vida
Y me colgaron boca abajo desnuda de un árbol quemado.
Mancharon mi juventud con un veneno que me hacía vomitar sangre
Hasta que ya caí un feliz domingo a los pies de mi madre en un charco granate.
Los recuerdos visten sus mejores galas y el sufrimiento saca brillo al dolor.
¿Dónde están los cuerpos de los momentos felices?
Quiero exhumar mi vida hasta encontrarlos.
Quiero escarbar la tierra con mis dedos y sentir el jugo placentero de la risa de la niña
Y sentir el chirrido del columpio y los montones de margaritas tirados en el suelo.
Quiero saber de la belleza de la joven que fue amada, que bailó hasta la madrugada,
Que tuvo un beso como primer regalo y el amor fue como una tonada cálida y sentida.
Nada ha sido cierto ¿verdad?
Pues mirad cómo me arranco el corazón del pecho.
Cómo atravieso carne y venas.
Ya no existe el dolor, porque el Dolor más grande lo ha matado.
Aquí tenéis mi corazón y
Mi pecho reventado.
L. Fraga.
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