EL
ASESINATO
Yo
aprendí a hablar con una piedra en la boca,
cuando
el mundo era un eterno desfile por brazos desconocidos
y
las almas se deshacían dentro de puños violentos.
Me
acostumbré al silencio y a la hipnosis de los relojes.
A la
caricia del verdugo antes de dormir.
Del
hacha comprendí
que
las heridas más dolorosas no se abren en la carne.
Y
aunque mi grito se fue haciendo anónimo,
cuanto
más crecía,
más
eran las manos que cercaban mi cuello.
Comencé
a caminar de noche,
convencida
de que la sombra era un escondite para ciegos.
Di
mis primeros pasos a oscuras
y
mis primeras palabras fueron para el reflejo de una ventana.
Pero
un día me escapé y corrí hacia el sol.
Dicen que hay niños que traen un pan debajo del brazo.
A mi me robaron el pan:
yen su lugar
puse un cuchillo.