EL ASESINATO
Yo aprendí a hablar con una piedra en la boca,
cuando el mundo era un eterno desfile por brazos desconocidos
y las almas se deshacían dentro de puños violentos.
Me acostumbré al silencio y a la hipnosis de los relojes.
A la caricia del verdugo antes de dormir.
Del hacha comprendí
que las heridas más dolorosas no se abren en la carne.
Y aunque mi grito se fue haciendo anónimo,
cuanto más crecía,
más eran las manos que cercaban mi cuello.
Comencé a caminar de noche,
convencida de que la sombra era un escondite para ciegos.
Di mis primeros pasos a oscuras
y mis primeras palabras fueron para el reflejo de una ventana.
Pero un día me escapé y corrí hacia el sol.
Dicen que hay niños que traen un pan debajo del brazo.
A mi me robaron el pan:
yen su lugar
puse un cuchillo.
PRIMERA SECCIÓN: DERECHO A RÉPLICA.
DOLOR DE NIÑA-MADRE
He sido una madre silenciosa de mi propia niñez.
Me he acunado sola
cuando las manos de la madrastra
me tiraban por el suelo
y la luz era una nube mortal.
Cuando el amor era una bofetada,
cuando el amor era una paliza y yo
una niña que lloraba con las piernas meadas.
Hoy respiro el olor de mi propio cuerpo,
estrujo los pechos de mujer
que coronan una madurez rancia
iniciada en los ojos de antesdeayer.
Desnuda ante el espejo
revivo el dolor de la carne.
ME muerdo los brazos,
me abofeteo la cara
y golpeo los puños contra el duro cristal
que separa los continentes helados.
Soy la sombra perpetua.
LA NOCHE DE MI CUERPO.
He visto el rostro de mi madre llorando,
reflejado en el suelo.
Me he asomado a la ventana
y me he vuelto lluvia que cae
sobre la ciudad insomne.
De noche pierdo por completo
la noción de mi cuerpo
y, poco a poco, me incorporo
a este paraíso de los idiotas.
La calle tiene un extraño color de gato nocturno
que casi no me deja reconocer
mis manos mezcladas en la niebla.
Estiro los brazos
por encima de los laberintos de hormigón
con el mismo vuelo que alzan mis manos
sobre los recuerdos.
El tiempo se despereza en esta noche
que es la noche de mi cuerpo
sobre la ciudad mojada.
Caen a raudales las aguas dormidas
que recorren los laberintos de cristal,
ciudades que sueñan dentro de una bola
que guarda la nieve del invierno
sobre las estancias durmientes.
AYER Y HOY.
Desde lo alto de mi cuerpo de pájaro,
descubro presencias perdidas,
estúpidos paseantes
que han olvidado su nombre.
De niña te llamabas Ía
y la noche tenía la vertiginosa
caída de un columpio chirriante.
Dabas vueltas
por el mero placer
de que todo girara en torno a t
i y el violín era un trampolín
que iba de la música a tu cuna
para darte un beso de buenas noches.
Hoy, sólo soy un cuerpo sin sueño que camina hacia el matadero.
AL PIE DE AQUELLA ROCA
Sabes que detrás de mi
hay una sonrisa que sí existió
y siento esas campanillas
que acuden a mi cabeza
cuando pienso en esa infancia
que descuidó la memoria.
Tiene toda la fuerza de las noches azules,
de cuando me sentaba
al pie de la roca de los sueños
y dejaba que el viento me arrastrase
las lágrimas de la frente al pelo.
ALEGRÍA DEL MUTILADO
Algunos niños sin cabeza
juegan a la pelota
delante de tu puerta.
¡Qué buena es la guerra
que les arranca los brazos
y les da la alegría del tullido
con piernas ortopédicas!
LA PIEDRA REDONDA
Contemplo sobre mi mano,
la redondez de una piedra
que es como el mundo
sobre el vientre de un bebé
que duerme.
¡Que nadie lo mueva!
¡Que nadie lo mueva
que es mi hijo con su vida!
La vida es redonda como una piedra.
Hay que mirarla como a una virgen
que se desnuda en silencio.
La vida es redonda y suave y lisa
como una piedra.
Mi hijo
nació con ella sobre el vientre
y sube y baja mientras tiene sueño.
La vida es como una piedra, que algunos nos empeñamos en atarnos al cuello.
SATURNA
Saturna.
Satuuurna.
La madre desaforada
corre desnuda sobre las rocas.
Se destroza los pies
que no encuentran
el descanso de la arena.
CANCIÓN DE CUNA PARA DOS NIÑAS
Hay dolores que se inician
en el dibujo de un cuento de hadas
y terminan en unas medias negras
con un par de agujeros.
Soy aquella que ni es niña
ni quiere ser mujer,
porque demando a dentelladas del pasado
lo que por derecho el tiempo me debe.
¿Dónde está el precio de las niñeces arrebatadas?
¿Dónde está la corona de flores donde respira hoy la de espinas?
Hay momentos en los que imagino
que duermo entre mis propios brazos
y mi boca busca la cara de la niña
que sostengo.
Le canto al oído dulcemente
y siento su respiración caliente contra mi cara.
Las dos nos acunamos.
Pero se rompe mi sueño,
cuando descubro una muñeca rota en el suelo.
EPITAFIO
Padre,
los dos hemos llegado tarde:
tú a salvarme y yo a pedirte socorro.
¿Por qué no le cortaste las manos a mi madre?
De visita en tu blog.Fenomenal.Seguire leyendote.Con admiracion y respeto.
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