viernes, 7 de mayo de 2010

EL GOCE DEL DOLOR I

PARA COMPRENDER, ME DESTRUÍ (Fernando Pessoa).

He llegado al fondo del dolor; a esa habitación oscura donde tiritan los enfermos con uniforme blanco. Busco por las paredes, con el tacto estúpido del muñón, una grieta de la que salga un poco de luz.
Ya no sé vivir conmigo, sino fuera de mí, vertida como agua sucia sobre las flores de una tumba. La flor, esa felicidad cortada para adornar lo que por el contrario dura siempre.

1. UNA VIRGEN DE BUÑUEL.
He cogido el autobús temprano, dispuesta a ir a cualquier sitio lejos de mí. Subida al bus, me idiotizo y me convierto en una fotografía mal recortada de aquellas a las que se les hacía a los muertos en el siglo pasado. Me quedo hueca, contemplando sobre la ventana el reflejo de mis propias manos angulosas que me recuerdan a las de Nosferatu. Me deslizo por las falanges pálidas como una hormiga sobre una montaña de carne humana. Con las manos entrelazadas tengo aspecto de madre, de mística esquizofrénica, de virgen hecha de pan de oro y hasta debo reprimir el instinto de beatitud para no juntarlas haciendo un racimo de pecados.
Me dejo abatir por la circulación y las bocinas. Los conductores escupen por las ventanillas, los revisores siempre quieren echar a alguien a la calle. Nadie se da cuenta de que en el asiento de la derecha está la virgen de los podridos. Soy una iluminada de tubos de neón, fabricada en tiempos de ceguera. Pero, de pronto, alguien parece arrodillarse para pedir clemencia de mi mano incorrupta y, sin embargo, el milagro se desvanece, en el momento en que el desprotegido se ata los zapatos. Aunque casi sin querer, cuando pasa a mi lado, le susurro un lánguido “Ego te absolvo”, porque sólo el mayor pecador tiene derecho a perdonar, porque únicamente el asesino es el verdadero sacerdote del delito.
Qué dios es ése que puede limpiar de una culpa que desconoce. Sólo la depravación es sabedora de su alcance. Sólo ella puede borrar las manchas del espíritu, porque sólo ella es capaz de autorrectificarse, de inmolarse en nombre del Pecado.
Y mientras sigue entrando gente, ya que nunca salen -aunque así lo crean-, sigo degustando mi potencia cadavérica y apuntando condenas en la memoria. Me pegan codazos, empujan con las bolsas –reconozco que las viejas gordas son mi perdición, porque cargan con el féretro de mañana y no con las patatas de hoy-. Y un niño me sonríe desde una silla con una cesta y un oso blanco. Casi puedo escuchar el tintineo de unas campanillas que me devuelven a una época inmaculada y feliz, pero me horrorizo al comprobar que él también es muerte futurible y siento cómo su cuerpo pequeño se me deshace entre los brazos, putrefacto, tratando de unir a dentelladas la cabecita y los brazos, pero nunca hay misericordia. No hay contemplaciones ni siquiera para los que aún no se han embarrado.

martes, 4 de mayo de 2010

LA SOLEDAD DEL ARTISTA

Hace años leí un verso de Luis Alberto de Cuenca que decía: “La nostalgia es un absurdo pasatiempo”. No creo que alguien pueda llegar a estar más equivocado: la nostalgia es el único pasa-tiempo. Si releyésemos más a menudo a los poetas, nos daríamos cuenta de que no hay una sola obra escrita que no haya nacido de una conjunción de soledad y recuerdo; en suma, de la nostalgia. Pero la nostalgia es un sentimiento y, si hacemos caso del adagio becqueriano “Cuando siento, no escribo”, la obra no puede brotar si no de la “acción”,aunque ésta sea resultado de un pasivo abandono.
Pessoa, que renunció al mundanal ruido para convertirlo en poesía silenciosa, únicamente demandaba dos condiciones para escribir: soledad y sosiego. ¿Cuál es, entonces, la clave del artista? Me resulta curioso pensar en la soledad pessoana envuelta en el tumulto de la ciudad lisboeta. Realmente, Bernardo Soares supo hacer del abandono voluntario una forma de expresión con la que canalizar su íntimo universo. La idea era hija de la sensación, de la vida “externa”,pero maduraba en su prosa desasosegante a través del fino cristal de la nostalgia; de aquel que siente el exilio como un deber encomendado y como estado permanente de la conciencia.
Estoy convencida de que la soledad es una forma de vida en ocasiones extraordinariamente productiva, pero, además, la única vía para el artista; sólo mediante la aprehensión personal de la realidad podemos expresar nuestro más íntimo “yo”. El texto nos vuelve egocéntricos –que no egoístas-, porque toma al sujeto como centro del que emana la percepción del mundo, “nuestro mundo”,nuestra expresión particular de él. Siempre se escribe a partir de un recuerdo. La instantaneidad perece constantemente en el arte, del mismo modo que se renueva en el lector –aparentemente-.
La insoportabilidad de la existencia en solitario no deja de ser más que otro estímulo para volcarse en las letras, en las emociones, en esa vida exasperada que viene dada en “latas de conserva” llamadas libros.
¿Nace libre un artista? ¿Es, en caso negativo, un ser antisocial e irascible? Podemos pasar del tópico a la originalidad más pasmosa de un plumazo. Creo que la antigua pose del poeta en su torre de marfil está ya demasiado desfasada; sin embargo, ¿puede alguien dudar de la legitimidad de nuestros propios recuerdos? No se trata del típico autobiografismo barato que huele a primerizo, sino hay que asumir que, como en todo proceso de alumbramiento, es necesaria la intimidad previa de las soledades compartidas: el solitario y su destino. El planteamiento de Pessoa bien podría ser una elección , o bien un castigo. Quizá, ambas cosas: pecado y penitencia cogidos de la mano.

LUCÍA FRAGA.

lunes, 3 de mayo de 2010

CONTRA LA DURA REALIDAD

Tenía la cabeza contra el espejo del cuarto de baño y la cara deformada por el llanto.Parecía una virgen atávica de ritos sangrientos.Tenía las muñecas machacadas de cortes y el rimmel todo corrido.Estaba sobre el suelo, cuando acababa de soltar la cuchilla. No había podido seguir. Había claudicado ante la muerte. O ante la vida.
Nunca sería madre más que de informes sueños a los que acunar en brazos. Fantasmas de niños muertos que la martirizaban con su mortalidad de gato callejero y tuberculoso. Limpió la sangre con un trapo seco y todo quedó embazado de rojo marronáceo. Eran las tres de la tarde y se había pasado no sé cuántas horas en el zafarrancho. Se cambió la ropa y se recogió el pelo. Había vuelto a perder su muñeca de trapo y coletas rojas. Era lo malo que tenía hacerse mayor, aunque ya casi había entrado en la era analgésica de latidos y minutos, algún pensamiento la hubo de detener, ya fuera superevivencia o desesperación. ¿Era eso o la cobardía y el miedo al dolor? Pensó en el silencio de los sepulcros y la paz de la cajitas blancas. Estaba al borde del abismo; entre el sueño transparente de ginebra y el duro golpe contra la realidad que venía galopante.

martes, 27 de abril de 2010

HE PERDIDO EL TALENTO

Aunque, lo busque en los cubos de basura y meta las manos bien adentro, hasta que se me llenen los dedos de cucarachas y gusanos, es inevitable la pérdida de lo que nunca se tuvo. Estoy más ciega que nunca, porque no veo ni con los ojos de las entrañas y mi cuerpo se pierde en la inmensidad violenta de la noche que me trata como a una mujer de trapo que se ha caído en un charco.
No alumbraré al hijo nacido de la piedra, sino fetos amorfos que serán alimento de los gatos. Mi talento perdido,mi identidad sin DNI.
Me dejaron sola jugando a la gallinita ciega y vino el funesto mal a quebrar mi cerebro hasta que el sol se hizo negro. Un espeso líquido negro cayó de mi oído, mientras resistía las embestidas del funesto mal, pero, al mismo tiempo, podía escuchar como una música hermosa se desprendía de mi cabeza, de lo más profundo de ella y recordaba mi infancia entre frutos y flores, como una bella Ofelia infantil inmortal que chapoteaba en el Leteo.No pude recordar más, presa de un olvido somnoliento y doloroso que hacía latir mis sienes. He perdido el talento, mi identidad, mis sueños de fresca mañana.

lunes, 26 de abril de 2010

YA NADA ME SORPRENDE

En un mundo donde las putas mueren como grandes señoras y las grandes señoras como pobres putas, ya nada me sorprende. Haber perdido el talento es como a quien se le caen dos euros por un registro de la lluvia y tampoco me sorprende mi resignación. Si el cielo me quiso hacer una jugarreta del destino, habrá que coger al destino como a una gallina y, después de cortarle el cuello, desplumarlo por si quedara alguna pluma dorada. Pero ya no creo en las plumas doradas ni en el destino. Nada más creo en la iniquidad de la vidad, en su nocturnidad y alevosía.
Hoy he estado en el cementerio, donde había pequeñas tumbas. Niños muertos a los que el destino con su pluma les cortó el cuello. Envidié el silencio y la paz de los sepulcros, porque como morada última, creo que es lo único que el hombre ha hecho bien. Si perdiese la vida mañana, descalza y sin ropa, caminaría tranquila hacia la paz de los callados. El poder igualatorio de la muerte es devastador. Mi talento se diluiría como una gota de tinta en un vaso de agua y ya jamás me preocuparía el camino a casa. Las palomas no picotearían mis ventanas con sus diminutos ojos negros de alfiler y los niños no llorarían al nacer. Al mundo venimos desnudos y así de él me quisiera ir, tal y como llegué, sin pretensiones ni ambiciosas historias que siempre acaban en el váter de un pub vomitando. Ya no tendría lágrimas y podríamos cambiarlas por unas cuantas gotas de lluvia navegables que nos llevaran hasta donde marca la flecha. En un mundo donde la gomina y un traje es prerrogativa de distinción, yo me cago en los mortales de doble moral.

domingo, 25 de abril de 2010

POR QUÉ

A veces, no entiendo, por qué me dio "natura" el don de escribir, si luego se me niega como el agua a un sediento. Puedo escribir cosas con verdadero talento y auténticas mediocridades, pero nunca hallo el "aura mediocritas". En la fase en que me encuentro de pseudorreflexiones y psicología barata hay algo que hierve en mí con una fuerza inusitada: ver el propio talento rebajado a la mezquindad. Yo sabía hablar de mundos perdidos y futuros, del hombre-lombriz y del tahúr objetivo del asesinato. Yo hablaba de bellas miserias y la miseria me ha corrompido. La cotidianidad me ha hecho una herida que sólo supura versos manidos, frases hechas y revelaciones de falsos profetas.
Demasiado peso sobre mis espaldas, demasiadas soledades y noches sin dormir. Ahora, aquí sentada, entre el humo de mi Ducados Rubio, veo pasar, montados en demonios, pensamientos escalofriados que huyen del hervidero de mi cabeza. Si para esto nací, dadme, cielos, un poco de paz, de lo contrario llevad mi cuerpo donde las alimañas me devoren, que yo daré cuenta de las faltas de mi alma ante Dios.

martes, 20 de abril de 2010

MUERTA

Me oías decir
Que ya no quería estar viva
Y yo, pobre de mí,
No sabía que ya estaba muerta.

Tú te hacías escalada por mis braquets,
El gran equilibrista en el alambre y sin red
Que no sabía distinguir entre “sexo-seguro”
Y “seguro-sexo” ante la niña Virginal.

Yo creía que aquello era “vivir”:
Pulsiones vitales, sensaciones, emociones...
Y no hacía más que perderme
En el campo electrificado de los sentimientos.

Sentimientos que olían a pollo quemado,
Sentimientos derivados de opiáceos,
Sentimientos de plástico y perro de aguas,
Pensamientos deshechos en aquellos sentimientos.

Y estaba muerta y no lo sabía.
Me cosieron la boca con bramante
Y echaron mi cuerpo al río.