
No sé cómo contártelo, madre.
Aquella noche había bebido un par de copas.
No pasó nada de importancia
O que merezca la pena ser contado.
A la mañana siguiente,
Tenía el finiquito encima de mi mesa.
Así que salí a celebrarlo entre lágrimas al mismo bar.
Tenía tres mil dólares y una carrera en la media.
Necesitaba que papá me abrazara.
Pasé la tarde-noche bebiendo ginebra y escuchando discos.
Una moneda, un disco.
A las once de la noche apareció aquel hombre de zapatos brillantes.
Yo ya estaba borracha y como en una feria,
Vendía besos a dos dólares.
No me dijo su nombre, a mí tampoco me importaba.
Éramos dos extraños jugando a ser niños.
Le dije que le vendería un beso por dos dólares
Y me contestó que qué estaba dispuesta a dar por cien.
No sé cómo contártelo, madre.
El mármol está frío y las flores marchitas.
Padre se marchó a un pueblo de Kansas y desapareció.
Yo quise mantener limpio nuestro nombre
Y me rompí el lomo trabajando como secretaria
Y llevando una casa bonita con olor a narcisos.
No sé qué fue de los tres mil dólares.
Sólo sé que me desperté con sangre entre las piernas.
Me arranqué de un tirón tus perlas y me eché a llorar.
El tipo se había ido.
Y yo estaba desnuda.
Lucía de Fraga.