Un niño
de rodillas sucias
atrapa
insectos con una lata vacía.
Las
manzanitas rojas ruedan eterna
y
laberínticamente por los corredores.
Los
golpes de latón te absorben por completo.
Te
buscas y te buscas a ti mismo, a través
de sucesivas
habitaciones con paredes
desangeladas
sin espejos ni retratos.
“Tiene unos bonitos ojos negros” -¿La recuerdas?
Las
paredes han dejado de estar desnudas:
Tu
rostro estupefacto se repite por todas partes
junto a
palomas crucificadas y máscaras de piel humana.
Has
pasado de tu muestrario a ser la muestra de otro viajante.
Las manzanitas rojas ruedan como peonzas -¿Las sientes?
Antes
de que grites de horror, y
proclames
tu inocencia,
te
amordazarán con papel manila
para
que se ahogue tu bóveda de silbos.
Tu amantísima madre llora, corre, desgarrándose las manos
entre jirones por las escaleras. -¿No oyes sus sollozos?
Por tus
venas acordeonadas
un
gusano se abre paso a tu cerebro.
Tus
córneas se han vuelto abombados
cascarones
de coleóptero. Nada volverás a ver.
“Tiene unos bonitos ojos negros” –Sí, ahora la recuerdas
manoseada y obscena.
Permaneces
en una estancia de mucosa
que
respira por un lejano tragaluz y
parece
devorarte. Todo tu cuerpo está
cosido
ya con hilo de tanza.
El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
Ancianos
canosos te observan con una gigantesca
lente
de aumento. Unos y otros se miran interrogantes,
estiran
y retuercen sus polvorientas barbas,
preguntándose
qué clase de ser eres.
La reiteración repugnante de tu yo supura un líquido
negro.
Los
entomólogos disponen sus instrumentos.
Los de
ceñido traje negro franquean las puertas.
Por el
ojo de una cerradura se cuelan las miradas
de
la Señora Grubach y la Señorita Bürstner.
Ruido de canicas por las baldosas. Botones dorados. -¿Qué
tiene su resplandor para hacerte llorar de esta manera? ¿A quién temes?
En las
ventanas se ocupan de tu espectáculo
mutilador
los ancianos, el hombre de la camisa
desabrochada
y una crecimiento muchedumbre.
La
falta de piedad es el auténtico fin de la Condición Humana.
Grete saca el último chillido de dolor al violín y se
desvanece sobre una alfombra mugrienta. –El Conservatorio es pura ceniza.
La mano
temblorosa de un octogenario
intenta
proceder a la incisión de tu pecho enfermo.
Pero tus
pulmones, abotargados, infectados,
llenos
de sibilancias y pitidos, han estallado
desbordando
un Cáliz de cucarachas, sangre y heces.
Qué vomitivo es el trago de los desventurados.
Ni la
inocencia de los niños será contemplada. Ésa es la Ley.
Lucía de Fraga, en el Centenario de la publicación de "La Metamorfosis" de Franz Kafka, 27 de Octubre de 2015.