No
busques más.
El
tiempo a destiempo no sirve de nada.
Has
perdido tu angélica asexualidad
Y
ya es tarde para las nínfulas durmientes.
Despierta,
Mujer...Sufre la metamorfosis.
Tu
contorno de hembra cambia ahora
al
antojo de las agujas punzantes de un reloj.
La
carne se convierte en vaivén hipnótico
de
ondas silentes que modulan tu cuerpo.
Eres
recorte danzante entre dos curvas caprichosas.
No
te mires más en el espejo,
donde
un día, tal y como hoy, te quedaste atrapada.
Las
ondas silentes continúan su baile, se mueven y se estiran,
mientras
te pierdes dentro de su acordeón delirante:
eres
grande, pequeña o, tal vez, un monstruo.
Sigue
esta melodía chirriante que te somete al trance.
Esas
líneas onduladas dibujan caminos humanos
Llenos
de curvas sibilinas y cinturas que se estrechan
en
silueta de dos copas rotas que se unen por la base y,
sin
darte cuenta, aparecen uno tras otro los barrotes.
Tú,
animal cautivo en una celda de reflejos,
contempla
cómo te pervierten las olas silenciosas.
No
te reconoces –no sufras...-, ni nadie lo volverá a hacer.
La
geometría corrupta te disecciona:
La
curva ha dado paso a la recta.
Ya
eres presa de un cubismo carnívoro.
Mírate,
hembra estéril de pechos seccionados y triangulares.
Tus
piezas ensangrentadas se disponen
en
un llanto de cubos y orden mecanicista.
No
cierres los ojos –no sufras-... El baile ha acabado.
Vivirás
para ya siempre dentro de un marco,
contenida
en la planicie y la perspectiva alegórica.
Cuelgas
en una sala de ordenada humedad y temperatura
con
el horror de la dolorosa sonrisa permanente:
“Muchacha
con sombrilla”- Él te ha capturado.