“Vampiresa de azucarillos”-me llamaste entre cañas,
mientras yo me quería desenvolver de aquel patán de la marina,
que sólo quería follarme, aunque yo fuera un puto cadáver.
“Vampiresa de azucarillos”-brindando “pour la vie” al son
de la vieja canción de la francesa de voz desgarrada.
“Un guiño al universo”, una palabra enloquecida recién salvada
del saco de los versos muertos: tú, clarividente y gitano.
Una salve a los falócratas de camisas blancas y almidonadas,
Silencios rotos por gritos: él, agresivo y descerebrado.
“Vampiresa de azucarillos”, entre el rouge de mis labios
y la sed de tu boca. Nostalgia azucarada de sonrisas del ayer.
Tres tipos complicados en un triángulo nada amoroso:
Él rudo dios Marte buscando en mí a una exangüe Afrodita,
Tú, dios Pan, con tu flauta entre los taninos,
Yo, mortal mujer, fruto de rizos rojos y aroma a noche.
“Vampiresa de azucarillos” que la vida diera por sorber tu glucosa,
aquella velada entre armonía y desafinado de la mano de un cabrón
que se masturbaba a mi lado, mientras yo dormía o que me despertaba
tratando de sacarme los pantalones y diciendo: “tú sigue dormida”.
“Un guiño al universo” en unas ánforas de agua que cantan solas,
tal vez, tan sólo transformados en cerveza con el dulce amargor
de las últimas despedidas, de cuando no fuimos lo que quisimos y
en la boca queda sabor salado de lágrimas aún tiernas.