“Aquello
que te censuren, cultívalo, porque eso eres tú”
Historial
de un libro, Luis
Cernuda.
EN LA HORA VENGATIVA
En un instante de
ingrávida quietud quedan suspendidos
cuerpos, astros y Universo. Sólo los crueles ojos de la
Noche
-racimos venenosos
ocultos en las ramas-
son capaces de penetrar más allá de una fulgurante
Luz homicida.
Un denso vidrio palpita delante de las cosas.
No siempre la Realidad se muestra sin engaño.
Un pájaro se estrella contra el cristal ambiguo
que siega como tallos
las cinturas adolescentes.
El presente se contiene en el presente
y no hay ayer ni mañana para el Amor.
Mas, ¿no es el Amor
único pretexto del Deseo?
El Deseo no sabe de nombres. Ni siquiera el tuyo.
Sólo comprende el
lenguaje cifrado de dos cuerpos iguales.
Entre mis manos contengo la medida del mundo:
La Verdad molesta de
una Vida molesta, de un Hombre molesto.
Ya proclaman mi ignominia, la impureza de mi espíritu...
Sin embargo, seguirá
el Deseo como hiedra hambrienta
envolviendo cuerpos de un mismo signo a pesar de las
fronteras.
El mar no tiene límites y la Verdad tampoco.
Las manos añoran
relieves familiares, efímeras formas gozosas
como olas huidizas que
se pierden más allá de los océanos conocidos.
Las manos tienen ojos y
boca, aunque nadie se atreva a confesarlo.
Sólo yo conozco la soledad y el amor de un lecho de
lágrimas.
Volverán las miradas marmóreas a emocionarse con la
lluvia
y tornarán el frío de la piedra en carne palpitante.
Que me estrechen ya las
nubes en inútil abrazo celeste,
mientras sonrío la
suerte del ahogado y en espejos equívocos
contemplo mi imagen desdoblada: Soy, al fin, el hombre
que soñé
en este vuelo sin alas ni memoria de la Hora Vengativa.
Lucía de Fraga.
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