sobre
todo, para un buscavidas como yo,
recién
llegado a Buenos Aires.
Sólo hay que saber cuándo dejarlo.
El mundo hasta entonces
me
parecía bastante grande,
pero
aún no podía imaginar
lo
equivocado que estaba.
El
odio provoca una vertiginosa sensación
mucho
más intensa que la del Juego.
Puede
que Tío Pío tuviese razón,
Pero ella, Gilda, seguiría siendo la misma mujer.
Ninguno
de los tres teníamos pasado.
Sólo
futuro: “¿No era algo más que algo casual?”.
Sabía
que Ella no podría soportarlo...
Era
demasiado supersticiosa.
La
recogería como la ropa sucia de él.
Estaba
atrapada. Allí, en aquella jaula.
Yo
tenía su voz metida en la cabeza.
Era
cierto: El foco deslumbrante la seguía.
Tiró
el armiño y cantó aquella maldita canción
Una
vez dijo me dijo que me odiaba tanto
que
me arrastraría con ella
y
más allá de su propia perdición.
Dos
idiotas enamorados:
Eso
era lo que éramos.
Ya
sabéis, chicos, cómo suena:
“Put the blamen on ..., Boy"
La
culpa siempre la tuvo “Mame”.
(Lucía
Fraga)
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