Los
ojos del pájaro inmóvil te han sentenciado.
Atente
a tu condena...
La
mirada impertinente se te clava en las manos.
Son
miles los alfileres que te abren llagas
mesiánicas
y demoníacas, señales imborrables de tu fe.
A
borbotones, mana tu sangre lechosa y negra.
Mancha
tus paredes virginales y tiñe de luto
la
que fue la alegre barcarola de tus sueños.
No
huyas a las ciudades subacuáticas,
porque,
tarde o temprano, darán contigo.
Puede
que Venecia se hunda y tú también,
mientras
caminas cristianamente sobre las aguas.
Ingenua...Siempre
saldrán a flote de las apestosas cloacas
las
risas macabras de las máscaras con dientes y sin cara
que
te persiguen y te vejan con sus gritos de Carnaval Obsceno.
Los
cuervos en aquelarre rodean tu patíbulo en espiral.
Abren
sus alas negras y bailan en la hoguera de tus entrañas.
Picotean
tus párpados y, poco a poco, devoran tu tierna córnea.
Escucha,
escucha cómo te cantan en sus melodiosos graznidos:
“Ride,
ride, si sapis, ¡¡¡Zorra!!!”.
El
tiempo que se para es la perversión de los sentidos.
Déjate
destrozar en este sueño o pesadilla
-locura
de sinrazón-,
porque
cuando quieras abrir los ojos,
sólo
encontrarás dos cuencas vacías.
terrible, y la cadencia sobrecogedora, y el futuro...
ResponderEliminarsiento como una resignación beligerante, o viceversa.
magnífico poema.
un saludo