Me oías decir
Que ya no quería estar viva
Y yo, pobre de mí,
No sabía que ya estaba muerta.
Tú te hacías escalada por mis braquets,
El gran equilibrista en el alambre y sin red
Que no sabía distinguir entre “sexo-seguro”
Y “seguro-sexo” ante la niña Virginal.
Yo creía que aquello era “vivir”:
Pulsiones vitales, sensaciones, emociones...
Y no hacía más que perderme
En el campo electrificado de los sentimientos.
Sentimientos que olían a pollo quemado,
Sentimientos derivados de opiáceos,
Sentimientos de plástico y perro de aguas,
Pensamientos deshechos en aquellos sentimientos.
Y estaba muerta y no lo sabía.
Me cosieron la boca con bramante
Y echaron mi cuerpo al río.
¿qué más da que estemos muertos (que lo estamos) mientras sigamos soñando que estamos vivos? el sueño vale más que lo otro, no hay otra vida que este sueño
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