sábado, 11 de septiembre de 2010

BODAS DE ORO EN RICK'S


Y ahora me encuentro aquí,
con los restos de sangre en las piernas
con la jodida noticia de que has vuelto.

¿Qué te trae de muerto
lo que no te trajo de vivo?
Yo sigo aquí,
con la misma gabardina.
Soy la chica de “El loro Azul”,
pero no me preguntes por nadie, ¿vale, muchacho?
Dijimos sin preguntas,
como le habrías dicho
a tantas “nenas impresionables”
necesitadas de un héroe.
A las que seducías con tu cara larga
y tu aspecto de tipo misterioso.

Yo he sobrevivido sin tí,
sin un visado para Lisboa,
sin viajar al país de Los Inoportunos.

Borracha, jugadora, contrabandista...
Nada que no hicieras tú en tu café americain
Te vendiste al paseo de las estrellas
y preferiste una vida “tranquila”,
con una chica mona
que no les escupía a los tahúres. (Una Guerra hace daño, mein lieber)
Claudicaste, perdedor.

Renau murió en extrañas condiciones...
¿Extrañas? ¡Ja! Un marido cabreado.
Tú hubieras muerto también
de manera extraña,
pero sin ese romanticismo,
que te atribuía el capitán.

Ya sabíamos todos que Sam
no sabía tocar al piano
más que aquella maldita canción.
Por eso se desacompasaba
de la orquesta y la moviola;

Como tú,
que dejaste dos vidas
y una viuda no reconocida
en
compás
de espera.

viernes, 10 de septiembre de 2010

ANIVERSARIO EN DACHAU


Dijimos “sin preguntas”,
aunque ahora hasta daría un euro-dólar
por tus pensamientos en negro.

Tal vez, te tenga que sacar
la moneda de debajo de la boca
para saber qué piensa un muerto
y, así, dejarte en esta orilla,
condenándote conmigo
sin blanca para pagarle al barquero.

Aquel día los alemanes iban de gris,
y tú llevabas esta misma gabardina
con la que limpio las gotas de whisky
en la misma mesa
donde nos dijimos “bis morgen, Liebe”.

Víctor e Ilsa pasaron a la Historia.
A la Historia de los libros, los diarios,
los homenajes y los sellos.
Tú y yo quedamos sellados,
como cada uno de los latigazos
que dejó la garra de Dachau
en mi espalda.

“Yo corría sobre el camino del campo,
hecho con las lápidas de los Horowitz.
como por el teclado de un viejo pianista,
de octava en octava mal percutida.

El ángel de la muerte me había desnudado.
Marcó con una estilográfica Sheaffer Wasp
los puntos de intervención:
La falsa judía era demasiado resistente,
demasiado lívida y demasiado rubia:

Había que inocularle la semilla de un ario

La misa del Gallo. Mi infancia en Leibnizstrasse.
La espalda en arco. Los ojos hacia el filamento de una bombilla.
El gramófono de la casa de mis padres: Preludio a la siesta de un Fauno.
Uno. Cuchillada abdominal de carne humana.
Primeros pasos de la mano de mi hermano en Schloss Sanssouci bei Potsdam.
Dos. Giro la cabeza: lleva una pistola.
El desván de la casa de mi abuela y mi amiga Hildegard.
Tres: Muere.
Me saco al SS de encima.
Cojo una gabardina y una boina. Paso el control. Disparan. Tú gritas: LASSEN SIE”

EL GOCE DEL DOLOR I


PARA COMPRENDER, ME DESTRUÍ (Fernando Pessoa).

He llegado al fondo del dolor; a esa habitación oscura donde tiritan los enfermos con uniforme blanco. Busco por las paredes, con el tacto estúpido del muñón, una grieta de la que salga un poco de luz.
Ya no sé vivir conmigo, sino fuera de mí, vertida como agua sucia sobre las flores de una tumba. La flor, esa felicidad cortada para adornar lo que por el contrario dura siempre.

1. UNA VIRGEN DE BUÑUEL.
He cogido el autobús temprano, dispuesta a ir a cualquier sitio lejos de mí. Subida al bus, me idiotizo y me convierto en una fotografía mal recortada de aquellas a las que se les hacía a los muertos en el siglo pasado. Me quedo hueca, contemplando sobre la ventana el reflejo de mis propias manos angulosas que me recuerdan a las de Nosferatu. Me deslizo por las falanges pálidas como una hormiga sobre una montaña de carne humana. Con las manos entrelazadas tengo aspecto de madre, de mística esquizofrénica, de virgen hecha de pan de oro y hasta debo reprimir el instinto de beatitud para no juntarlas haciendo un racimo de pecados.
Me dejo abatir por la circulación y las bocinas. Los conductores escupen por las ventanillas, los revisores siempre quieren echar a alguien a la calle. Nadie se da cuenta de que en el asiento de la derecha está la virgen de los podridos. Soy una iluminada de tubos de neón, fabricada en tiempos de ceguera. Pero, de pronto, alguien parece arrodillarse para pedir clemencia de mi mano incorrupta y, sin embargo, el milagro se desvanece, en el momento en que el desprotegido se ata los zapatos. Aunque casi sin querer, cuando pasa a mi lado, le susurro un lánguido “Ego te absolvo”, porque sólo el mayor pecador tiene derecho a perdonar, porque únicamente el asesino es el verdadero sacerdote del delito.
Qué dios es ése que puede limpiar de una culpa que desconoce. Sólo la depravación es sabedora de su alcance. Sólo ella puede borrar las manchas del espíritu, porque sólo ella es capaz de autorrectificarse, de inmolarse en nombre del Pecado.
Y mientras sigue entrando gente, ya que nunca salen -aunque así lo crean-, sigo degustando mi potencia cadavérica y apuntando condenas en la memoria. Me pegan codazos, empujan con las bolsas –reconozco que las viejas gordas son mi perdición, porque cargan con el féretro de mañana y no con las patatas de hoy-. Y un niño me sonríe desde una silla con una cesta y un oso blanco. Casi puedo escuchar el tintineo de unas campanillas que me devuelven a una época inmaculada y feliz, pero me horrorizo al comprobar que él también es muerte futurible y siento cómo su cuerpo pequeño se me deshace entre los brazos, putrefacto, tratando de unir a dentelladas la cabecita y los brazos, pero nunca hay misericordia. No hay contemplaciones ni siquiera para los que aún no se han embarrado.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA NOCHE DE MI CUERPO


He visto el rostro de mi madre llorando,
reflejado en el suelo.
Me he asomado a la ventana
y me he vuelto lluvia que cae
sobre la ciudad insomne.
De noche pierdo por completo
la noción de mi cuerpo
y, poco a poco, me incorporo
a este paraíso de los idiotas.
La calle tiene un extraño color de gato nocturno
que casi no me deja reconocer
mis manos mezcladas en la niebla.
Estiro los brazos
por encima de los laberintos de hormigón
con el mismo vuelo que alzan mis manos
sobre los recuerdos.
El tiempo se despereza en esta noche
que es la noche de mi cuerpo
sobre la ciudad mojada.
Caen a raudales las aguas dormidas
que recorren los laberintos de cristal,
ciudades que sueñan dentro de una bola
que guarda la nieve del invierno
sobre las estancias durmientes.

martes, 7 de septiembre de 2010

LEDA ATÓNITA


Tengo las piernas manchadas de sangre
Y un estupor de alas en mi vientre.
El lascivo animal me poseyó aquí tirada
Mientras mi sexo ensangrentado aún doliente
Se cubre de plumas y un intenso olor a templo,
Que el dios del Olimpo ha venido transformado
Y todo lo inunda su divina presencia.

Un bello cisne se acercó a mis manos puras
Y entre juegos estiró su cuello entre mis piernas.
Mas sus alas me atraparon en un abrazo infinito
Del que fui presa para atravesar mi himen con su pico.
Sentí un dolor agudo, como de aguja de calceta,
Y caí desmadejada entre la humillación y el deseo apagado.
Sus alas acariciaron, entonces, mi cuerpo.

Yo soy Leda, la por Zeus amada como cisne por disfraz.
El que ahora se recuesta en mi pecho
Y duerme tranquilo el símbolo de Darío,
Sin saber que han de llegar otros tiempos
En los que se anuncie su caída, no en el Olimpo
Que es eterno e inmutable, sino en la tierra de los hombres
Que estrangularán el cuello del cisne.

jueves, 2 de septiembre de 2010

MÍRAME


Mírame.
No te avergüences de mi impúdica figura.
Courbet la pintó como “El origen del mundo”.
Fons et Origo a donde te conduce cada noche
Esa voz impertinente que tira de tu entrepierna.
El deseo, esa voz, que ahora confundido te tiene
Atrapado entre el eunuco y el voayeur.

Mírame, no ladees la cabeza y clava en mí
Tu mirada más concupiscente.
Mis piernas se han abierto para ti
Como el telón de un gran teatro
Para darte el mayor espectáculo del mundo
Y tú, privilegiado, estás en primera fila.
Tan cerca, que si quieres, puedes tocarlo.

Mírame, así.
Así, con los ojos febriles de adolescente.
Acércate más, que tu pecho late fuera de sí.
Póstrate ante él y olfatea su perfume de sal.
Te ha vencido el veneno de la hermosa flor abierta.
Pero, ahora, sacas fuerza de flaqueza
Y quieres extender tus dedos al abismo.

Mírame, así.
Así, con la boca del sediento en medio del mar.
Dibujas con placer círculos concéntricos sobre él
Y, orgullosamente, me tienes en tu red de náufrago
Que ya sólo quiere saber cuál es el sabor
Del agua de la fuente donde todo empezó.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¡CALLA Y DISPARA!




Se te nota por momentos que has sido seminarista.
Todo te parece pecado ahora, pero cuando te entregas
Tienes indulgencia plenaria para tu placer.
No me vengas diciendo que sólo una cualquiera haría esto.
Y sin embargo, no te avergüenza acariciar mis glúteos y
Contemplarme apenas con medias y liguero.

Esa cámara, ese objeto endemoniado, te esta llamando,
Aunque no quieras dejar recuerdo grabado de tus remordimientos.
Sólo te pido que la dispares y el recuerdo quedará
Entre mi almohada y mi obscenidad.
No me vengas con sermones baratos de cura de aldea,
Si no para eso, quédate en tu cama solo, la próxima vez.

Enfoca bien desde mi culo a los tacones,
Que ese pedazo de carne es delicia de otras bocas
Que saben apreciar el arte de la fotografía.
No me llames perversa ni malvada mujer,
Sólo te pido que dispares una sola vez.
Sé el artífice de mi fantasía y luego me darás
Un “Ego te absolvo” entre las sábanas.

Es muy sencillo, encanto, sólo hay que apretar.
Mirar por el cuadrado y girar el objetivo.
Dios también te perdonará por las noches indecentes
Y esta herejía que tu Eva ha puesto en tu mano.
Ya no soy una niña de colegio ni tú un maestro,
Así que guarda tus consejos para quien los pida.
Así que, ¡calla y dispara!, cretino.