Vengo borracha de tomar
unas copas y algo más.
Pobre mamá, si ella
supiera...
Risas fingidas y manos
indiscretas entre las medias
que tratan de sacarte
un par de ases debajo de las bragas.
Nunca he llevado bien
ser una chica guapa.
Susurros al oído y un
“Te llevo a casa y
adónde tú quieras,
reina”.
Copas pagadas,
pasaportes a alguna cama,
Moët & Chandon,
promesas de cinco estrellas.
Ahora estoy aquí,
sentada en el suelo,
fumando un cigarrillo,
con la espalda contra la pared
en esta triste cocina,
descalza y medio desnuda.
Una copa de Oporto me
hace el amor
y yo dejo que el Duero
me penetre por completo.
A oscuras, en la noche,
me siento serena
y mi cuerpo se expande
en la negrura del cielo,
mientras mis
pensamientos se han ido a la cuna
Y sólo la luna
menguante sabe mecerlos.
Mi pecho, mi voz, una
aparición, mis anclajes
me devuelven a los
arrabales de hormigón
donde veía la cara de
mi madre reflejada en el suelo,
llorando, llorando,
porque una hija se le había perdido.
Ésta es la noche en
que mi cuerpo se vuelve nostalgia,
bastardo recuerdo de
agujas perdidas en el minutero,
único pasatiempo a
estas horas de la madrugada,
cuando el colocón
respira por la herida infantil
Y supura resina de mis
venas de niñez..
Fumo una y otra vez
lentamente.
Me dejo consumir por la
oscuridad de las sombras y
manosear por los negros
cuerpos etéreos.
La nocturnidad, con
alevosía, me desnuda
frente a ventanas
todavía despiertas,
perfilando mis curvas y
la navaja que advierte.
Alguien se masturba
agitadamente frente a lejanas cortinas.
Quiero morir esta noche
en su cielo de luto,
que me lleve la muerte
de este infierno con olor a sexo.
Ahora estoy aquí,
sentada en el suelo con la espalda
contra la pared,
fumando un cigarrillo
en mi cocina, descalza
y totalmente desnuda.
Mi cuerpo se confunde
con las sombras lascivas
que ávidas de placer
encienden sus lenguas.
Sueño con el hombre
que me besó en la boca
con sabor a deseo y ron
añejo.
Ese hombre que se tragó
la noche en un vuelo.
Ese hombre que rompió
a la fuerza mi flor primera.
Lujuria, pesadumbre,
inocencia perdida
¿Quién os conjuró en
la noche de mi cuerpo?
Profilaxis, carcajadas,
copas, pastillas y ropa tirada.
No quise jugar al
streep-pócker, pero me desnudaron
igual cientos de
hombres con ojos feroces y febriles.
¿Qué va a ser de mí,
niña robada?
Soy la que no es mujer
ni ha dejado la infancia,
soy una alimaña
atrapada entre redes,
redes de silencio,
golpes y piernas meadas.
Esta noche soy noche
que afila la navaja
que se clavará para
siempre en mis tristes muñecas.
Lucía de Fraga