Alemania, 2005.
Escribo desde la cocina. Las ventanas están abiertas y veo el patio iluminado por el rayo fino del sol en los últimas días del invierno. Practico recetas de escritura. Tomo un café muy malo, suave, como para niños. Mi compañera toma el sol con su madre. Yo siempre tengo frío. No me gusta el sol. Ni la playa. Ni la desnudez gratuita del verano.
Tengo las manos estropeadas, porque aquí el agua es muy dura. No tengo ganas de cumplir. Pero hay que justificar el destierro.
El carnaval es sórdido y me recuerda a Larra antes de suicidarse... A veces me pregunto cómo sería la vida sin citas ni personajes. Es pura gimnasia. Ésta que hago yo para contentarte. Soy experta en malversar emociones... Escribir sin ganas es como empeñarse en seguir en la cama cuando ya no tienes sueño. Como dejar el cuerpo muerto cuando te abraza el gran fornicador. Es divertido hacerlos sentir inútiles, eunucos, tristes Farinellis (y?). Tengo frío y las bragas que llevo hoy me molestan. Se me clavan en el culo.
No hay mañana que no me caiga de sueño. Siempre quiero estar cinco minutos más en la cama. Me levanto con calma. Miro al techo. Maldigo. Me retuerzo y me estiro. El gran cuadro me da los Buenos Días y yo le contesto con una reverencia. Huelo a calorcito y parezco, de nuevo, una niña recién levantada.
Hay un espejo apoyado en la pared. Ahí interpreta mi cuerpo sus posturas de bailarina de Degàs. Me veo con una extraña perspectiva de enana que mira al gigante. Encantada, señorita. Luego me desnudo y atisbo las nuevas venas que me han florecido. Despuntan nuevos arcos de calamitoso desgaste. Tengo las manos afiladas y un hueco profundo a la altura del estómago, donde se unen las costillas. Recojo el sofá y poso como Olympia, pero sin criada negra. Me repugna el desnudo con los pies tapados, por eso, sólo en ese momento, me permito estar descalza. La revieja sueña en su diván freudiano como las niñas de Carrol en angelical postura fotográfica. Parezco buena, parezco santa. Y de repente, soy la Sra. Eluard en la cámara de Man Ray y estoy colgada en la gran sala del tonto de Luis.
Me ducho. Intento ducharme. No, no consigo entender este grifo de Anette. El agua me sale fría y toda la piel parece papel charol brillante de gotitas. El agua cae, pero yo no me mojo. Ventajas de ser la niña-sapo. Es el momento de la segunda fantasía del día: mi marido va a entrar en el cuarto de baño y yo no soporto que entre sin llamar. Viene canturreando, con el pijama mal colocado. Mete la cabeza entre las cortinas de la ducha para darme un beso de buenos días. De un golpe, le saco la cabeza con la mano mojada. Él lo toma como una alegre gracieta de mujercita joven. Pero a mi me irrita. Él sigue inconsciente el curso de la maquinilla de afeitar, embobado, con el calor de las sábanas y la cercanía de otro cuerpo. Lo llamo por su nombre. Cierro el grifo. Silencio. Y yo le digo: no te quiero.
Salgo entre furtivas risas del cuarto de baño. ¡Qué alegre es la independencia de las separaciones! Ya falta un poco menos para fumar el primer pitillo del día. Si a las 5 vienen los del piso, tendré tiempo de ir a tomar un café. Aquí el tiempo es elástico y la soledad esponjosa. Trata de encoger en un puño la esponja de la ducha. No puedes. Pues la soledad interrumpida por terceros es así. Suena a seguro de accidentes, pero es verdad.
Subo al autobús con cara de “mecagoendios”. Una ceja más levantada que la otra por si a alguien se le ocurre acercarse. Los libros debajo del brazo, como los hombres. Ellas parece que llevan un bebé descamisado, por eso rodean los bártulos con signo de abrazo y ademán de repisa. Los hombres llevamos los libros clavados debajo del sobaco. Somos funcionales, no nos andamos con mariconadas ni posturas. Yo sólo impostura. Una mano en el bolsillo del pantalón, abrigo sobre los hombros y llega Lord Byron al seminario: “¡hooola, buenos días!”. Se acabó, ahora a representar el papel de alegre imbécil...
Nostalgia del acero
"Aquello que te censuren cultívalo, porque eso eres tú" (Cernuda)
lunes, 3 de abril de 2017
lunes, 24 de octubre de 2016
POEMAD: (TRAS)LUCIDEZ Y SILENCIO, MARTES 25 EN EN EL CONDE-DUQUE
Cuando
las tropas del general Décimo Junio Bruto, “el galaico”,
alcanzaron el río Limia, retrocedieron aterradas. Los soldados
romanos creyeron estar frente a las pavorosas aguas del Leteo,
conocido en el mundo grecorromano como el río del Olvido. Se decía
que si osaban atravesar aquella orilla, se borraría su memoria y,
por tanto, su identidad, su patria; reducidos, pues, a ser hombres
con el recuerdo vacío incapaces de regresar al hogar.
Algo
muy semejante le ha ocurrido durante siglos a la poesía escrita por
mujeres. Muchas han sido las poetas silenciadas dentro de un contexto
sociocultural que, desde que el mundo es mundo, se sustenta en la
tradición patriarcal. Como consecuencia, los parámetros masculinos
han sumergido sin escrúpulos las voces femeninas en las terribles
aguas del Olvido. No obstante, encontramos la salvación en otro río
mítico; en la región de Lebadea (Beocia), se hallaba el llamado
oráculo de Trofonio, donde los consultantes debían beber de dos
manantiales; uno de ellos manaba de la fuente del Olvido, el Lete
para los griegos y el temido Leteo por los romanos, y otro que lo
hacía de la fuente de la Memoria, Mnemósineme.
Los
dictámenes de los hombres, detentores del poder establecido, nos han
invitado a beber constantemente de la fuente del Olvido hasta
conseguir que, prácticamente, se borrasen de la historia de la
literatura los testimonios poéticos escritos desde la condición de
mujer. Sin embargo, debemos agradecer la labor de aquellas que nos
han acercado a los labios el agua reparadora de la otra fuente, la de
la Memoria. Hablo, en este caso, de Marta López Vilar, a cuyo cargo
está la edición de la antología de Bartleby Editores,
(Tras)Lúcidas. Poesía escrita por mujeres. 1980-2016,
que reúne a 29 mujeres poetas, entre
las que tengo el privilegio de colaborar, nacidas
a partir de los años 60, que
caminos
con convicción tras
las sendas
lúcidas de
las que sufrieron la represión por su sexo.
Su
estudio introductorio, “Un
(Tras)Lúcido silencio: causas y orígenes de una desaparición”,
es un brillante ejercicio de arqueología literaria, un
esfuerzo titánico para hacer
memoria, reivindicar la voz
de tantas poetas postergadas,
cuyos nombres se quisieron eliminar
de nuestra sesera para
devolverles el espacio que
por derecho se ganaron. Ésta
es, evidentemente, la poesía que nos ocultaron, la
que nadie tuvo la
intención de enmarcar dentro de los planes de estudio, salvo
honrosas excepciones
porque, como recoge López Vilar en
palabras de María Lejárraga: “[las mujeres] Somos mal adversario,
porque podemos ser buen explosivo […]”.
Las
desterradas hijas de Eva siempre han hecho
por alzar la voz, pero no hay mejor sordo que el que no quiere oír.
Que, en pleno siglo XXI, la
legitimidad de un poeta se limite a su sexo es aberrante. A mi
entender, la poesía no es un género literario genitalizado. La
literatura, la buena literatura carece de sexo. Lo que es innegable
es que sus autores no pueden
escribir desde la asexualidad porque fisiológicamente son seres
sexuados y diferentes.
Mas, al igual que la experiencia, hija de la recepción lírica, de
Marta López Vilar, en principio la poesía fue sólo
poesía sin
reparar en nombres, rostros
ni vidas.
Tan sólo en aquellas palabras que habitaban también más allá de
la letra impresa.
La
poesía es universal e
inaprehensible y únicamente
a través del “lenguaje de la ruina” se
puede rozar la íntima aproximación hacia el poema. Nunca
alcanzaremos la justa palabra poética. Ni hombres ni mujeres. La
lírica trasciende los límites de lo humano, de los sexos opuestos,
del opresor y el oprimido, y cuando creemos haber cazado a este
ciervo huidizo, nos quedamos con la miel en los labios. Hablar de una
poesía total sólo le compete al universo, al cosmos, a la
eternidad. Así lo recoge
la mencionada autora en
boca
de Sophia
de Mello: “Yo era tan niña que no sabía que los poemas eran
escritos por personas, sino que creía que eran consustanciales al
universo, que eran la respiración de las cosas, […]. Pensaba
también que, si lograba quedarme completamente inmóvil y muda en
ciertos lugares mágicos del jardín, conseguiría oír uno de esos
poemas que en sí mismo el aire contenía”. Con la misma percepción
hablaba, recientemente,
Luz Pozo Garza en la
presentación de su Rosa tántrica;
sólo para unos pocos se
reserva el privilegio de escuchar una misteriosa música en ciertos
lugares.
Mientras
tanto, mientras vayamos al encuentro del ciervo, nosotras, éstas 29
mujeres poetas escribimos
al margen de convencionalismos
obsoletos y lo hacemos libre
y firmemente, en base a lo que somos y creemos.
Marta
López Vilar es la encarnación de la vuelta al hogar. Así
lo vuelve a demostrar en su último libro, En las aguas de
octubre: “Hay restos de luz
aquí, de origen, de palabra// También de mí/ que soy regreso”.
Regreso de todas.
Lucía
de Fraga.
lunes, 9 de mayo de 2016
EL AUTÉNTICO “REGRESO AL FUTURO”
El pasado 15 de noviembre, este mismo periódico en el que
escribo, publicaba en su dominical un reportaje con el inquietante título “En
los ojos de la Muerte”, que relataba el caso de cuatro gallegos que habían
superado el coma o la muerte clínica.
Sin duda, resultaban más llamativas las confesiones de
dos de los “renacidos”, que con sus experiencias cercanas a la muerte -(ECM)- habían
sentido la expansión de su consciencia y un viaje hacia un mundo espiritual liberador
que, con posterioridad, explicaba con detalle José Miguel Gaona, conocido Doctor
en Medicina y especialista en Psiquiatría Forense, habitual de la pequeña
pantalla, en una exhaustiva entrevista.
Sin embargo lo que más me impactó fue la historia de
Miguel Parrondo, que estuvo quince años en coma, de 1987 a 2002, y su despertar
resultó ser como un sueño de unas horas sin más recuerdo. Se durmió con una
Alemania dividida por el muro de Berlín y cuando abrió los ojos las dos partes
eran ya una sola nación.
Me imaginé enseguida cómo sería el nuevo nacimiento de
una persona, por cuya vida han pasado quince años, pero con la percepción de
unas horas.
Lo primero que me planteé fue el choque emocional que
supondría tan largo sueño. Por un momento me puse yo misma delante de un
espejo, tratando de recordar cada uno de mis rasgos. Una vez memorizada mi fisonomía,
cerré los ojos contando lentamente hasta quince como si por cada número me fuese
avejentando. Despegué temerosamente mi mirada y pude contemplar una imagen más
o menos envejecida, proyectada por mi cerebro frente a mí. Nada fácil, desde
luego. Que la vida –o la muerte- te robe quince años de juventud tiene que ser
descorazonador. ¿Cómo habituarse a nuestro nuevo físico? ¿A un nuevo entorno
social y tecnológico? ¿A la desaparición de un mundo conocido?
En segundo lugar, otro aspecto del choque emocional al
que se enfrenta “el dos veces nacido” es el de su entorno más íntimo. No sólo
él y el mundo que conocía ha cambiado, sino también las personas de su círculo.
Y puede que, incluso, algunos ya hayan muerto.
En tercer lugar dos choques que van de la mano; el
tecnológico con su correspondiente reacción en el ánimo del “recién nacido”. Sólo
con abrir una ventana se ve hasta qué punto el mundo se ha transformado. Nuestro
protagonista dice literalmente: “Me dormí con las pesetas y desperté con los
euros”. Y se preguntaba qué hacían las personas hablando solas por la calle.
Nuevo desconcierto: el teléfono móvil. Serían innumerables los avances tecnológicos,
desde la aparición de televisiones planas hasta la irrupción de internet en la vida
cotidiana de la ciudadanía, como ejemplo de uno de los avances más rápidos en
convertirse en la herramienta más completa y consolidada en la sociedad. El
tiempo mengua en las comunicaciones y todo, absolutamente todo está en la red.
Creo que, haciendo balance, para volver a tener una
segunda oportunidad, un segundo nacimiento es necesario estar bien rodeado y
contar con un experto, porque no sería extraño que el superviviente a la
muerte, no pudiera sobrevivir en la vida.
Lucía de Fraga.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
sábado, 7 de noviembre de 2015
EL TRAGO DE LOS DESVENTURADOS
Un niño
de rodillas sucias
atrapa
insectos con una lata vacía.
Las
manzanitas rojas ruedan eterna
y
laberínticamente por los corredores.
Los
golpes de latón te absorben por completo.
Te
buscas y te buscas a ti mismo, a través
de sucesivas
habitaciones con paredes
desangeladas
sin espejos ni retratos.
“Tiene unos bonitos ojos negros” -¿La recuerdas?
Las
paredes han dejado de estar desnudas:
Tu
rostro estupefacto se repite por todas partes
junto a
palomas crucificadas y máscaras de piel humana.
Has
pasado de tu muestrario a ser la muestra de otro viajante.
Las manzanitas rojas ruedan como peonzas -¿Las sientes?
Antes
de que grites de horror, y
proclames
tu inocencia,
te
amordazarán con papel manila
para
que se ahogue tu bóveda de silbos.
Tu amantísima madre llora, corre, desgarrándose las manos
entre jirones por las escaleras. -¿No oyes sus sollozos?
Por tus
venas acordeonadas
un
gusano se abre paso a tu cerebro.
Tus
córneas se han vuelto abombados
cascarones
de coleóptero. Nada volverás a ver.
“Tiene unos bonitos ojos negros” –Sí, ahora la recuerdas
manoseada y obscena.
Permaneces
en una estancia de mucosa
que
respira por un lejano tragaluz y
parece
devorarte. Todo tu cuerpo está
cosido
ya con hilo de tanza.
El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento.
Ancianos
canosos te observan con una gigantesca
lente
de aumento. Unos y otros se miran interrogantes,
estiran
y retuercen sus polvorientas barbas,
preguntándose
qué clase de ser eres.
La reiteración repugnante de tu yo supura un líquido
negro.
Los
entomólogos disponen sus instrumentos.
Los de
ceñido traje negro franquean las puertas.
Por el
ojo de una cerradura se cuelan las miradas
de
la Señora Grubach y la Señorita Bürstner.
Ruido de canicas por las baldosas. Botones dorados. -¿Qué
tiene su resplandor para hacerte llorar de esta manera? ¿A quién temes?
En las
ventanas se ocupan de tu espectáculo
mutilador
los ancianos, el hombre de la camisa
desabrochada
y una crecimiento muchedumbre.
La
falta de piedad es el auténtico fin de la Condición Humana.
Grete saca el último chillido de dolor al violín y se
desvanece sobre una alfombra mugrienta. –El Conservatorio es pura ceniza.
La mano
temblorosa de un octogenario
intenta
proceder a la incisión de tu pecho enfermo.
Pero tus
pulmones, abotargados, infectados,
llenos
de sibilancias y pitidos, han estallado
desbordando
un Cáliz de cucarachas, sangre y heces.
Qué vomitivo es el trago de los desventurados.
Ni la
inocencia de los niños será contemplada. Ésa es la Ley.
Lucía de Fraga, en el Centenario de la publicación de "La Metamorfosis" de Franz Kafka, 27 de Octubre de 2015.
viernes, 11 de septiembre de 2015
PAPELES DE PABLO MÜLLER: Nostalgia del acero
Agradezco al Señor Müller su talento y su tiempo para detenerse en mis versos.
Lucía de Fraga.
La poesía de Lucia de Fraga es firme y sólida como el acero. Su voz metalúrgica se acerca decidida a los versos en Nostalgia del acero, Los libros del caracol, Follas Novas edicións, pagando el correspondiente precio de rabia y soledad “a la caricia del verdugo antes de dormir”.
Pero sólo los necios confunden precio y valor, rabia y sarcasmo.
Las “niñas rotas” se incorporan al “paraíso de los idiotas” desde un refugio del dolor: “desaforada”, “desnuda”, destrozada en busca del “descanso de la arena” tras el poema.
“…demando a dentelladas del pasado
lo que por derecho el tiempo me debe.”
La poesía de Lucia de Fraga abarca la necesaria identidad:
“Hace días que confundo las ventanas y los espejos,
porque ya no recuerdo haberme visto
en ninguna parte.”
y el control de la vida propia: “Cortar la baraja con mi mano de cuervo”, el control mediante el combate: “Yo he tenido un patio de armas dentro del cuarto de baño” y sus heridas: “la caricia heredada de la aguja”, “Las brújulas que corren por mi garganta”. Imágenes poderosas y rotundas, con un lenguaje exprimido para el asombro:
“Alumbraré al hijo fruto de la piedra”
La soledad y el castigo de los hoteles: “con la misma ternura que pondría una madre suicida.”, hoteles donde duerme un cuerpo castigado a ser cuna de las cicatrices del otro: mi cuerpo ha sido castigo, / cuna dulce de tus cicatrices,” “una mano tuya es una pezuña de cerdo” y “por eso un abrazo tuyo / es como de ángel con alas de cemento” pero ángel, vencido por el peso pero ángel.
Los hospitales y sus habitaciones de angustia: “No tengo más forma que la de un agujero.”, la estirpe: “los mitos y los padres jamás deberían caer.” El peso de la herencia de la familia:
“Me pesan todas las generaciones,
las pasadas y las que están por venir.”
sábado, 6 de junio de 2015
TEN PIEDAD ("Los Mejores Poemas de Amor", coord. Antonino Nieto, ed. Pigmalión, 2014)
TEN PIEDAD
Ten Piedad de mí.
Sólo soy la misma de siempre,
que reclama tu compasión
con una oración gastada.
Dame la Paz que nunca he tenido.
Ésa que siempre me ha esquivado,
aunque no soportes ya mis lamentos
y no sientas ningún tipo de conmiseración.
Tú, mi Dios en este mundo que se derrumba.
Dame ese último beso invisible
con el que cerrar los párpados de golpe
para ese día en el que todo acabe.
Mujeres y Hombres estaremos de nuevo
ante ese Dios que nos ofreció La Vida
y como incautos convertimos en Infierno.
Lucía de Fraga.
Ten Piedad de mí.
Sólo soy la misma de siempre,
que reclama tu compasión
con una oración gastada.
Dame la Paz que nunca he tenido.
Ésa que siempre me ha esquivado,
aunque no soportes ya mis lamentos
y no sientas ningún tipo de conmiseración.
Tú, mi Dios en este mundo que se derrumba.
Dame ese último beso invisible
con el que cerrar los párpados de golpe
para ese día en el que todo acabe.
Mujeres y Hombres estaremos de nuevo
ante ese Dios que nos ofreció La Vida
y como incautos convertimos en Infierno.
Lucía de Fraga.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)