martes, 10 de abril de 2012

NO TENGAS MIEDO


Sola en tu caverna de sombras
el fuego aviva las llamaradas del terror.
Las lenguas de fuego que te deslumbran
contienen pequeños demonios obscenos
que se ríen de ti, mientras danzan y fornican.


No te dejes cegar por los diablos danzantes
y clava tus ojos en ellos con alfileres mortales.
El fuego no es más que uno de los cuatro elementos.
Tú serás el quinto:
el Éter del mundo supralunar que los Dioses respiran.

Continúa con tus ojos conjurados en la hoguera.
Uno a uno caerán los serafines del infierno
y los oirás gritar cuando se deshagan
igual que la cera de un simple muñeco
con la piel despegada y sus pupilas secas.

Te has liberado, Mujer,
con tu Imperio forjado con esos ojos ultraterrenos.
Has vencido al Miedo,
sola, como siempre,
con una Mirada que hizo temblar el Infierno.

Lucía de Fraga.

jueves, 5 de abril de 2012

ALGUIEN EN LA OSCURIDAD

Alguien  embiste contra el cuerpo
de una mujer descalabrada.
Está prácticamente inconsciente;
sólo puede experimentar cómo se diluye
su mente a través del vértigo de un  túnel sin final.

Como una muñeca desarticulada,
de miembros muertos y ojos espantados,
Él hace y deshace sobre su ser:
no siente el tacto morboso sobre sus pechos,
ni el calor de las babas sucias que la cubren.

Está absolutamente perdida en la ceguera.
Siente zumbidos en el interior de su tímpano,
pero su mente sigue cayendo hasta la eternidad.
Su cuerpo es un cadáver automático
sobre el que se mezclan el sudor y el semen.

Ella sigue perdida entre unas sábanas feroces
que sólo desean pasear lascivamente
por las esquinas más pudorosas de su ser.
Es un combate perdido contra piel viva,
animal, penetrante y salvaje.

No despertarás jamás de tu pesadilla.
Aunque recobres la razón,
siempre sentirás
ese calor nauseabundo y húmedo
del que nada ni nadie te puede librar.

Lucía de Fraga

domingo, 1 de abril de 2012

EL PRIMER DÍA EN EL MUNDO

A tu lado, me siento de cristal, tan frágil como un lirio y, de nuevo, vuelvo a ser aquella niña pura e inocente.
Sólo pido ver las cosas con los mismos ojos que miran por primera vez el Mundo.
L. de Fraga.





Nada es casual esta noche:
las copas, el champagne, la ropa por el suelo
y un baile erótico en la música de Miles.
No quiero simple sexo,  tan sólo hazme el amor.

Me han utilizado como a un trozo de carne muerta,
así que no te asustes si tiemblo en esta ocasión.
Bésame los párpados con sumo cuidado,
y busca entre mis rizos las caricias que desconozco.

He sido para algunos -auténticos necrófilos-
un cadáver sobre el que vaciar sus ansias caníbales.
Por eso, esta noche, quiero que me abraces
para cerrar los ojos y soñar con toda tu ternura.

No te extrañes, si tiemblo.
Ten paciencia si dudo o no sé qué hacer.
Necesito juntar tu piel con la mía
y ahondar en ese que será nuestro único cuerpo.

Jamás me había sentido tan desnuda.
Lo confieso:
Estoy tan desnuda
que hoy me siento renacer
con el primer llanto de La Vida.

Lucía de Fraga.


miércoles, 21 de marzo de 2012

AL MÁS BELLO APOLO: Homenaje a Gonzalo Escarpa.

Natura te dotó de talento y hermosura.
Pálido queda el cincel de Miguel Ángel,
cuyo marmol trabajado avergüenzas
cual vulgar piedra golpeada por tosco aprendiz.

Tuyo es el poder y la gloria.
Por tí se alzaron los cisnes en el séptimo día.
Quién fuera Dafne libre del laurel para correr hacia ti
sin ramas en los brazos ni raíces insolentes.

Antes de morir lastimada con dulzura
por la flecha que en tu arco tensas,
sacrificaré una pareja de blancas palomas
en honor de la divina Afrodita que nos protege.

Déjame, al fin, desfallecer a tus pies
y sentir cómo tu vibrante Lira descuenta
con su canto arañado y sanador
este instante perpetuo por el que muero,
Apolo Escarpa.

Lucía de Fraga.



sábado, 17 de marzo de 2012

PEQUEÑA SELECCIÓN DE "NOSTALGIA DEL ACERO" (Ed. Francisco Álvarez)

Lucía Fraga: Nostalgia del acero (selección)
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jueves, 15 de marzo de 2012

DOS CON VEINTICINCO

Dos con veinticinco,
lo justo para la primera cerveza.
No puedo volver a casa
con el alma llena de asco.
Algún día perderé la cabeza por completo.

Dos con veinticinco,
no escarbes en el bolso lo que no hay.
No puedo volver a casa,
porque soy blanco fácil para mi almohada.
Esa que me meto en la boca cuando grito.

Dos con veinticinco
no son suficientes para la analgesia.
He recibido dos golpes:
tengo una brecha en la frente
y las piernas llenas de sangre.

Dos con veinticinco,
no me llevarán  muy lejos.
Seguiré viendo el mismo asfalto
y la triste sombra
de esa mujer que fuma.

No deseo el precio de la felicidad.
Yo he pedido presupuesto sobre la muerte,
pero parece que estoy sola en este bar.
No quiero volver a casa.
Ya no puedo volver ni mirar atrás.

Que me lleven a mi tumba de una puta vez.
No soy más que una muerta en vida
que intenta jugar con amigos invisibles.
Me he cansado del patio de mi casa.
Es hora de acabar.

Lucía de Fraga.


sábado, 10 de marzo de 2012

TEN PIEDAD DE MÍ

Ten Piedad de mí.
Sólo soy la misma de siempre,
que reclama tu compasión
con una oración gastada,
vacía y torpe, con palabras manidas.

Dame la Paz que nunca he tenido.
Ésa que siempre me ha esquivado,
aunque no soportes ni un minuto más
mis lamentos ni sientas ningún tipo de conmiseración.
Hace tiempo que mi voz se pierde entre los que gritan.

Ten Piedad de mí,
de este cuerpo lacerado de llagas abiertas,
Y por muy cansado que estés,
vuelve a mirarme a los ojos.
Dame algo nuevo en qué creer:
que se jodan todas las historias que nos contaron.


Dame el Descanso Eterno,
a pesar de las absoluciones que me hayas otorgado,
por mucho que mi rosario de espinas
te abra la carne y desees mi silencio más íntimo.
Quiero borrar de una vez todas las mentiras.

Nacimos en un mundo donde todo era pecado
y sólo las niñas apacibles y buenas iban al cielo.
Yo, que ni fui ni soy apacible y buena
he descubierto lo que oculta la piel de Dios:
el deseo, el placer, la emoción, los gemidos...

Dámelo, Tú.
Tú, mi Dios en este Mundo que se derrumba.
Dame ese último beso invisible
con el que cerrar los párpados de golpe
cuando todo acabe y estemos otra vez desnudos,
hombres y mujeres,
delante del Dios que no inventó el infierno.

Lucía de Fraga.