HELARTE DE MENTIRAS
El talle se dobla como un junco
y la pretendida delicadeza de cristal
da paso a ese cuerpo
a punto de quebrarse en tus brazos.
Cuando no eres más que un bulto
larvado en la cama,
la tortura vuelve cada noche,
convertida en gato negro
que se enrosca a mi cuello.
Miro de frente.
Mis propios ojos me sorprenden
escrutándome desde el techo.
Pelo negro y una carne tan blanca
que soy casi cadáver.
Tú sueñas con enfermas de tisis
y babas la almohada.
Yo sostengo una dura batalla
contra varias generaciones.
Sobre el blanco de mi cuerpo,
descansa la herida seca.
Mi olor a mentiras es tan ácido
que me hace llorar.
Un vaso.
Tan sólo un vaso.
Sáciate y busca el arma.
Duerme, mi infeliz decapitado.